Yo estaba esperando el colectivo sentada en el portón donde lo espero habitualmente, cuando el viejo salió de su casa. Con este buen (¿?) hombre hablé unas cinco veces en dos años (la última vez fué hace más o menos seis meses). Me sentaba en la puerta de su casa a esperar el colectivo, y él siempre salía con el mate a charlar conmigo. Cuando lo vi venir, me puse nerviosa. Algo me decía que se venía hacia donde yo estaba. Se acercó lo suficiente como para que yo me diera cuenta de que quería hablar conmigo. Lo miré. Me miró. Y me dijo:
- ¿Estás enojada conmigo?.
- No, para nada. ¿Por?.
- Porque siempre te hablo, te llamo para que vengas y nunca me respondés.
- Lo que pasa es que muchas veces estoy con los cositos para escuchar música.
No le dije "auriculares", por que presumí que no iba a entenderme. La verdad es que nunca lo escuché, pero eso no quita que no lo haya visto haciéndome señas para que vaya. No me gusta la gente. No me gusta hablar con gente que no dice nada. Con gente con la que tengo conversaciones éstandarizadas e insulsas.
- Mirá te traje esto - me dice -
para que veas que soy buena gente. Soy una persona noble. Yo le tengo mucho respeto a las personas, sobre todo a las mujeres. Con decirte que soy viudo desde hace nueve años y en todos esos años nunca entró una mujer a mi casa...
Siempre desconfié de la gente que se dice "buena gente".
- No señor...no se moleste...de verdad..- le digo -
- No, querida. Te lo traje para vos. La verdad es que yo estaba muy apenado, pensando que vos estabas enojada conmigo. Y yo me sentía muy mal. El lunes, vi que llegaste, te fuiste al quiosco que estaba cerrado, volviste y te sentaste ahí. Yo te llamé y vos no me diste bolilla.
- Es que no debo haberlo escuchado - le miento -
El tampoco me cree. O yo soy muy mala mintiendo, o la gente a la que le miento es muy buena descubriendo mentiras. Yo no sé que decirle. Estoy muda. Avergonzada y distante a la vez. No puedo dejar de mirarle el bigote. Tiene un bigote milimetral justo debajo de la nariz. Es un bigote como nunca antes había visto. Y cuando habla, parece buena persona.
- Bueno querida, me voy. Cuando necesites algo, tocá la puerta. Ami me gusta ayudar a la gente. Así que no te olvides de eso. Aparte siempre te veo mal, como triste...
- Bueno, muchas gracias. Hasta luego. - le digo obviando la última parte -
- Hasta luego querida.
Supe por intuición que se fué decepcionado.
Me quedé pensando que justo antes de que viniera a hablarme estaba pensando que debía ser viudo. Que debía sentirse muy solo en esa casa. Después pensé que probablemente, de ahora en más iría a tomarme el colectivo a otra parte. No quiero hablar con él todos los días. En parte, por que soy injustificablemente antisocial y mala. Y por otro lado, porque me recuerda al viejo que una vez me agarró la mano en un auto. Y que después en un gesto que -pasados diez años- no puedo entender, me regaló un libro de poemas que sacó a escondidas de su esposa del baúl de un auto.