domingo, diciembre 28, 2014

2014

Brindo por un 2014 en el que conocí gente espantosa. Gente sin música en el alma con corazones adoquinados, petrificados, ultrahiperrecontraremil congelados a temperaturas tan bajas que limitan lo inimaginable, lo imposible. Brindo por esas personas desagradables y nefastas. Por aquellas historias de locuras y tristezas que no facilitan la comprensión del abandono. A nosotros nos sigue sonando como una palabra en otro idioma. Brindo por un 2014 que se termina. Se termina bien y se termina mal. Brindo por las escrituras fallidas, las separaciones y los abogados. Brindo por Edith Piaf, los perros y el vino tinto. Las denuncias, las órdenes de restricción, Cecilia Roth y Dario Grandineti. Brindo por un cortado en jarrito, por escaleras infinitas, por una soledad más infinita todavía. Algún día tiene que terminarse esta racha de locura autodestructiva. Soy la cara del fracaso. Mirame. Mirame como estoy siendo la cara del fracaso. En este momento estoy siendo eso. Brindo por el fracaso. Brindo por aceptar la realidad lo más realmente posible. Brindo por ese desafío. Brindo y mientras tanto deseo (casi con miedo) a que el 2015 sea un poquitito mejor.

domingo, diciembre 14, 2014

El silencio de estos días

Mirar por la ventana debería inspirarme. La ventana es el marco de una pintura que vive y cambia. Y el viento. Y las nubes. Y la tormenta que se aproxima siniestra. La soledad es esto, precisamente. El viento, las nubes, la tormenta aproximandose vanidosa, intempestuosa. El silencio absoluto de las mañanas, el ruido de la pava hirviendo. El silencio del teléfono que no suena. El silencio de las voces que resuenan ezquizofrénicas en mi cabeza. Eso vendría a ser un poco la soledad que impregna estos días. En esta soledad somos cuatro corazones que laten. Que laten a distintos ritmos. Uno, paticularmente, late apurado, joven, inexperto y hermosamente ingenuo. Late imponiéndose ante la soledad, ante el silencio, ante la ventana y ante la tormenta. Late indiferente. Late milagrosamente. Amo el corazón que golpea su pecho. Amo su pecho. Amo sus movimientos, sus patadas y sus excentricidades. Su hipo, su naríz, sus labios.