domingo, diciembre 14, 2014

El silencio de estos días

Mirar por la ventana debería inspirarme. La ventana es el marco de una pintura que vive y cambia. Y el viento. Y las nubes. Y la tormenta que se aproxima siniestra. La soledad es esto, precisamente. El viento, las nubes, la tormenta aproximandose vanidosa, intempestuosa. El silencio absoluto de las mañanas, el ruido de la pava hirviendo. El silencio del teléfono que no suena. El silencio de las voces que resuenan ezquizofrénicas en mi cabeza. Eso vendría a ser un poco la soledad que impregna estos días. En esta soledad somos cuatro corazones que laten. Que laten a distintos ritmos. Uno, paticularmente, late apurado, joven, inexperto y hermosamente ingenuo. Late imponiéndose ante la soledad, ante el silencio, ante la ventana y ante la tormenta. Late indiferente. Late milagrosamente. Amo el corazón que golpea su pecho. Amo su pecho. Amo sus movimientos, sus patadas y sus excentricidades. Su hipo, su naríz, sus labios.

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