Say no more
Vos sabes porque estoy acá. Solamente vos sabes con precisión de reloj que estoy haciendo por acá: vengo a agradecerte que no sea Diego. Que el flaco no se llame Diego. Que no tenga su cara, su nombre, su voz. No tengo animo de ironía hoy. Suficiente tengo con ya sabes que. Vine buscando una brújula, un mapa y una cortina de baño. Pero ya me voy, sin encontrarle el norte a mi brújula y sin el mapa. Vine a mandar todo al Congo. Bien lejos, a ver si de una vez por todas me deshago y me desahogo. Porque vos sabes que son como muros de chapa pesados que van cayendo por donde voy y aveces me pisan los dedos de los pies. Porque voy, voy, voy y voy. Y cada vez que voy retrocedo más pasos de los que dí. Mis palpitaciones nocturnas tienen un nombre, se llaman frustración. Esos pequeños panic atacks son como los hijos que nunca tuve.
Te acostumbrás a no tener vecinos. Y es lo más. Cuando sea grande quiero ser un viejo hermitaño que fuma pipa.
La soledad de estas pampas es a la vez aterradora. Pero no la soledad de no tener vecinos, sino, la soledad del alma, que no es lo mismo.
- Te llamaba para preguntarte si tenes ganas de emborracharte y contarme que te pasa.
- Es la propuesta más hermosa y oportuna que me hayan hecho jamás.
Otra.
Abrazo cálido. Como ese abrazo inolvidable pero con menos grasa.
- Hacía mucho que estaba esperando este momento.
Es la conexión entre dos almas que no va a concretarse jamás. Porque tenemos miedo. Porque estamos locos. Porque esa conexión no existe más que en mi imaginación de quinceaniera obsesiva. Porque esos horarios de porqueria. Porque la presión social. Porque no. Simplemente porque no. Porque esa suerte, ese karma, esa mística negra me va negando todo cuanto voy queriendo. Porque es una mierda, un vómito de drogadicto a las seis de la mañana, un baño de terminal de pueblo.
Es así. Acostumbrarse y sobrevivir. Fail: acostumbrarse y subvivir.
1 Delirios ajenos:
envidio no tener vecinos
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