Doña Flor
La última vez que la ví me contó que después de mucho debate interior había optado por tener dos maridos, ambos conviviendo en perfecta y saludable armonía.
Uno era el hombre perfecto de propaganda de gillette: yerno perfecto, políglota, dentadura de piano, socialmente envidiable, futuro prometedor, sueldo importante, cantidad apropiada de vello púbico y una cantidad interminable (sin ser tampoco desmedida) de etcéteras.
El otro, simplemente no.
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