sábado, enero 20, 2007

Doña Maia y dos de sus (cuatro) amantes

El oscuro me tortura. Le dije una verdad. Error. No verdades a este idiota. Ahora estoy nerviosa. Tengo calor. Tengo ganas de vomitar. Me pregunta cosas. "¿Que poses hiciste?" "¿Hubo sexo oral?" "¿Hicieron cosas que conmigo no hacés?" "¿Te gustó?". Y una larga lista de etcéteras. "Hacete un Evatest", me dice. Hubo marea roja. Y yo estoy requetepreocupada. Aunque el prospecto diga que "ocasionalmente pueden haber sangrados luego de la administración de este medicamento". "¿Pensaste en hacerte un aborto si te da positivo?".

No deja de hacerme preguntas.

Hasta que yo me harto. Y dejo de responderle monosilábicamente. Y entonces le digo que es un helado de mierda. Que no me da la confianza de hacerle "esas cosas que él me pregunta que porqué nunca le hago". Que siempre tengo que buscarlo yo y que estoy encima de él cual cardo violeta de la Pampa de Achala.

Y empezamos a pelear. Y nos hablamos con MAYÚSCULAS. Y él me dice que siempre me busca a mí. Y yo que siempre lo busco a él. "¿Quién es el que siempre está franela haciéndote mimos?", me dice el muy hijo de puta. "¿O acaso querés que te saque la ropa con los dientes?". "Si, como esa vez que me rompiste una bombacha roja, ¿te acordás?".

Y así. Muchos tiempos. Muchos minutos. Mientras yo pienso mientras llevo a cabo esta discusión estúpida, en que puedo estar embarazada de OTRO idiota, al cual no quiero volver a ver.

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