miércoles, enero 17, 2007

Again

Volver al trabajo. Todo gris. Apestoso. Mi escritorio ya no es mi escritorio. La gente me saluda. Las secretarias amargadas y odiosas como siempre. El señor Burns bronceado. La red funciona mal. La impresora no imprime. Mails de trabajo. Ningún fax.

QUIERO VOLVERME A MI CASA.

La comida que pedí no llega.

"Maia tal cosa" "Maia tal otra".

Dejen de joder.

Yann suena en los parlantes. Otra vez salgo volando por la ventana, hacia los plátanos de la vereda. Miro todo desde arriba. Me encuentro amí. Trabajando en una oficina de cuatro metros cuadrados. Me doy pena. Siento lástima de mí misma. Me veo aún más deprimente desde arriba. Soy el peor de mis puntos de vista. Incluso las cucarachas en mi oficina son tan grandes que las veo desde lejos. Pienso en la felcilicidad. ¿Qué es?. ¿Momentos? ¿Un estado mental? ¿Momentos en los que el estado mental llega a su plenitud?. Llego por infinitésima vez a la conclusión de que por este camino no voy a ninguna parte (al menos a donde yo quiero llegar). Alguien toca la puerta. Vuelvo volando y me meto dentro mío.


Me desconcentran en mi desconcentración.


Debería existir una ley dentro de la Ley de contratos de trabajo, que le otorgue a los empleados taciturnos y mediocres como yo, un recreo de quince minutos diarios para pensar en lo que se nos canten las pelotas gozando de la libertad de que nadie, NI SIQUIERA LOS JEFES, nos molesten.

Gladis me trae un café. ¿Porqué me trae un café si sabe que yo solamente tomo cortados?. En fin.

Tomo el café. Está rico, después de todo.

En el colectivo me duermo. Me duermo profundamente. Lo peor ya pasó.

Lo mejor está por venir.

Pero...¿por dónde viene lo mejor, que siempre estoy en otra parte?.

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