Veamos qué te puedo contar.
Dejé de leer hace tiempo. Duermo poco. Aveces mal. Existe en este mundo alguien que me aguanta (y todo lo que ello implica). Que se cansa y no me lo dice (algun día se va a animar). Te puedo contar que el trabajo me da trabajo y no me hace feliz. Te puedo contar que fué un año distinto, mejor en algunas cosas, y en otras para qué te voy a contar...
Empecé gimnasia. Y dejé. Voy a retomar y entonces volveré a dejar. Me sigue no gustando hablar por teléfono, salvo con aquel revirado que me aguanta (con todo lo que ello implica), que se cansa y no me lo dice. Tengo una amiga nueva, en los almuerzos hacemos terapia y nos deprimimos. Algunas veces comemos ensalada y frituras y hablamos de todo un poco.
Le tengo miedo a la vida adulta. A tener que tener una casa. A tener que tener hijos. A tener que tener una buena carrera, una buena profesión, un trabajo super cool y un estándar de vida que no me alcance. Le tengo miedo a no poder. Le tengo miedo a poder y no querer. Le tengo miedo a lo que los demás quieren para mí y le tengo miedo a lo que yo quiero para los demás.
También te puedo contar que estoy buscando trabajo. Que en este último tiempo me volví asquerosamente hipocondríaca. Que visité ginecólogos, cardiólogos, neurólogos, psiquiatras y fisioterapeutas y si la obra social me cubriera un homeópata o un chamán, posiblemente también hubiese ido. Tengo miedo de morirme justo ahora que estaba empezando a ser feliz (a pesar de todo...).
Me estoy reeducando en el severo arte de que todo me chupe un huevo. Como volver a la inconciencia adolescente. ¡Juventud, divino tesoro!. Por eso mañana me espera un día fatal y sin embargo, me- ne-frega. El lema es, trabajar para vivir, no vivir para trabajar.
En fin, por ahora eso es todo...Ahora veamos qué me podés contar vos.