jueves, enero 24, 2013

Yohana II (o segunda parte de la charla con Ted Mosby)

- Hola, ¿estabas durmiendo? - Si. - Necesitaba hablar. Silencio. - Necesitaba contarte algo. Ayer hice la primera estupidés con ella. - ¿Qué pasó?. - Volvía de jugar al futbol y cambié mi recorrido a casa para pasar por la facultad y cruzarmela. - ¿Y te la cruzaste?. - Si, dos veces, pero no me vió. Lo interesante es que sentí que mi vida podía ser de esas vidas en las que las cosas pasan. Después entendí que haberla cruzado casual, pero intencionalmente no significaba demasiado. No obstante me conformé con el hecho de que pasara algo. Este tipo de estupideces las hice muchas, muchas veces antes, siempre con el anhelo infantil de cruzarme a la figura del momento. Y esta vez pasó. ¿Entendés? ¿Entendés lo que te quiero decir?. - Si, si te entiendo...pero no me parece la gran cosa que te la hayas cruzado. - No, evidentemente no me estás entendiendo. Lo que te digo es que mientras estaba en el vestuario supe que si pasaba por la facu a esa hora la iba a ver, indefectiblemente. Y pasó. No es que te esté hablando de señales divinas y luminosas...O si, no sé. - ¿Seguimos mañana mates mediante?. - Ok, que descanses. - Beso. - Chau.

Yohana

Lo primero que me dijo fue que todos teníamos dos bocas; una abierta y otra cerrada. Antes de que yo pudiera opinar me interrumpió pero sin palabras. Me miró sin mirarme y siguió: - la estaba mirando desde atrás, ella estaba sentada en una mesa, de espalda y yo le miraba el pelo. A los pocos segundos, y te juro que fue tan real que fui feliz, le peinaba el pelo largo y lacio con los dedos. Llegué a sentir las cosquillas que me producía su pelo gris,de baba, de nena linda y vanidosa, en las manos. A los hombres promedio nos gustan las minas así...¡qué le voy a hacer!, dijo sin culpa. Y siguió hablando. - Después me acordé de vos, de lo que me dirías. De que no sé nada de ella. No sé si cree en Dios, en la luna, en los ángeles o en la sopa de verdura. No sé qué tipo de ideologías políticas tiene...¡ni siquiera sé si tiene alguna!. ¿Qué música le gusta?. ¿De qué le gusta hablar?. ¿Le gustará reírse?. Nada, no sé nada de ella. Solo sé que su pelo, que su piel de porcelana, que su andar, que su letra, que su voz... ¿Qué pasa con eso? - le pregunté. - Nada, no me puedo dormir reconstruyendo las partes de ella que me faltan. Me paso horas buscando resolver el acertijo de quién es, buscando piezas que completen el rompecabezas. De repente soy un adolescente enamorado de una pendejita que desconoce rotundamente su existencia. - ¿Y entonces? ¿Cuándo llegamos a la parte buena? Por que hasta ahora es una mierda lo que te pasa. Estás enconchado con una mina que no sabes quién es, que no sabe quién sos y que aparentemente no tiene ni el menor interés en conocerte. - Nada. Creo que tiene más que ver con una necesidad de colocarme siempre en un nivel inferior. De idolatrar a alguien. Con la necesidad de crear por mis propios medios la existencia de alguien superior por quien sentir admiración, deseo...O con la necesidad de obsesionarme y de sentir la ambición de conseguirla. El desafío. O también con la necesidad de fracasar para reafirmar una vez más que soy un perdedor y sentirme tranquilo de saber que soy eso, un perdedor. Un cagón... Bueno amiga, me voy. Me están esperando. Me saluda con un beso y se va.