Wally
Mirá que seguido que paso por acá. ¿Te das cuenta?. Si, si, estoy triste otra vez. Pero triste en serio y en secreto. Lloro a escondidas como ya es costumbre y después me lavo la cara y sigo llorando.
La vecina está loca. Por dios, está muy loca.
- ¿Vos cómo tomás el mate? ¿Dulce o amargo?.
- Amargo, nomás. No le pongo nada. Con lo cara que está ultimamente ni yerba le pongo.
La vecinita loca pone la música al mango y grita, con gritos estremecedores. Tan seriecita que parece en la verduleria...
Y entonces yo hablaba sobre mi tristeza. Y sobre que finalmente voy a decirle a mi psicóloga lo que ella todavía no se dio cuenta; soy una persona depresiva. No la culpo de no haberse dado cuenta porque mi depresión es escurridiza y fantasmagórica.
Como un holograma que aparece y desaparece y que va y que viene a su azaroso antojo. Y yo la oculto porque me avergüenza y porque no quiero reconocer a esa hija bastarda que estoy pariendo desde hace años. A menudo mis días se llenan de pensamientos negativos, sobredimensiono cualquier tropiezo y minimizo los éxitos: no soy digna de hacer nada bien. Mi destino es equivocarme una y otra y otra y otra y otra y otra y otra vez. Y no aprender nada en el camino. Porque soy una pelotuda incapaz de aprender algo. Mi vida transcurre y yo no sé hacer nada. No tengo talento ni vocación de nada. Todo me aburre, todo me cansa y todo final y decisivamente acaba por decepcionarme. Soy una persona depresiva porque no entiendo cómo es ser feliz y porque siento que estoy en este mundo como un maniquí, un extra de una película. Yo soy todos menos Wally.
Y que estoy triste.
La vecina está loca. Por dios, está muy loca.
- ¿Vos cómo tomás el mate? ¿Dulce o amargo?.
- Amargo, nomás. No le pongo nada. Con lo cara que está ultimamente ni yerba le pongo.
La vecinita loca pone la música al mango y grita, con gritos estremecedores. Tan seriecita que parece en la verduleria...
Y entonces yo hablaba sobre mi tristeza. Y sobre que finalmente voy a decirle a mi psicóloga lo que ella todavía no se dio cuenta; soy una persona depresiva. No la culpo de no haberse dado cuenta porque mi depresión es escurridiza y fantasmagórica.
Como un holograma que aparece y desaparece y que va y que viene a su azaroso antojo. Y yo la oculto porque me avergüenza y porque no quiero reconocer a esa hija bastarda que estoy pariendo desde hace años. A menudo mis días se llenan de pensamientos negativos, sobredimensiono cualquier tropiezo y minimizo los éxitos: no soy digna de hacer nada bien. Mi destino es equivocarme una y otra y otra y otra y otra y otra y otra vez. Y no aprender nada en el camino. Porque soy una pelotuda incapaz de aprender algo. Mi vida transcurre y yo no sé hacer nada. No tengo talento ni vocación de nada. Todo me aburre, todo me cansa y todo final y decisivamente acaba por decepcionarme. Soy una persona depresiva porque no entiendo cómo es ser feliz y porque siento que estoy en este mundo como un maniquí, un extra de una película. Yo soy todos menos Wally.
Y que estoy triste.