jueves, junio 16, 2005

El discreto olor a 2001

Abro la puerta, y el frio que me secunda, entra conmigo. Su voz me aturde cuando me habla y la concentración me abandona no permitiendome entender lo que me dice. Escucho algo de un permiso, un carnet y una obra social. Hay también una pregunta en sus labios, creo que es un cuando. El frio que entró, se desparrama por toda la casa, mientras que mis manos siguen entumecidas y secas. La noche se desplomó por completo sobre la ciudad y las luces anaranjadas revelan las gotitas de agua que caen desde el cielo.
Su pelo color ceniza y sus labios carmín, parecen extraídos de un cuadro. Su figura me tranquiliza el alma, y sus ojos son un pasaporte a mi mundo imaginario.
La plaza está vacía, las hamacas descansan por hoy de los enamorados. Los árboles parecen gigantes perturbados por el viento que los acerca y los aleja, unos con otros. Una noche con olor a pasado..ninguna de las dos quiere acotar, a cual de todos los pasados huele esta noche, la palabra está prohibida por hoy. Amores que se pierden en el tiempo, y que la marea sin espuma los trae desde el recuerdo, hacia los tiempos de hoy. Van, vienen y se vuelven a ir, pieles sin humano que se comprometen a no comprometerse, que se aseguran un cerebro y un alma. Lo protagonistas de las conversaciones, y de las canciones de Silvio, de Joaquín, de Santiago, de Leo. Como si ellos hubieran nacido para cantarles. Ojos que ven y corazones que sienten la pesadés de las almas extraviadas, en las calles de los barrios del norte. Y las luces, y el esfalto y los gatos, la basura. Las personas que brincan por las noches exitados de tanto andar, los que vuelven y los que van. Policías, vecinos, y perros.
La plaza es un enorme diván de psicoamigas.

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