Sangre en el suelo
Miedo a pensar. A razonar, a utilizar el razocinio como mecanismo de defenza. Como una herramienta, como hablar, como escuchar y mirar también. Miedo a descubrirme mas hallá de lo estratosférico. Y explorar abismos montada en una pluma de pato blanco. Descubrir otros cielos, imaginarme sobrevolando universos y despertar de un sueño azul con las manos tibias y el alma perturbada de amor. Atolondrada como el viento entre las copas, y buscando en la marea alta los trastos de un amor que se diluyó en el agua.
Y las palabras que alguna vez me acariciaron la piel, no son mas que ecos del pasado que vislumbran desde otras perspectivas futuros añorados. Y el aire se convierte en deseo, y la lluvia salpica la tierra dorada. Pensando en no volver jamás. Y tomar una desición que no se reitere a si misma, como un espiral infinito. Y claudican los juicios y las objeciones. Y permanecen constantes los ruidos, el perfume de la piel y del trabajo. Luego de que las canciones se conviertan en fuego, y la briza en la melodía de un secreto. De la noche que no sabe que será de si en la madrugada. Del motor, de la asfixia, de la traición. De otros dolores mas eternos y mas sombríos. Y de la vida después de la vida, y del amor después del amor. De la reencarnación de los cuerpos alados y de la atmósfera y del laberinto eterno de la confusión.
Después de haber pasado tantas horas mirandome al espejo, pensado: esta soy yo. Y sentir esa sensación extraña de estar dentro mio, siendo húsped en mi propio cuerpo. Ese sentimiento de pertenencia que me aturde, me molesta. Y confirmar que soy un alma vacía, dentro de la carne trémula de este cuerpo. Prosperando hacia atrás, por no decir que no progreso. De los talentos no encontrados, dudando permanentemente de su existencia. Y caminando por una cuerda floja como un equilibrista sin vocación, con las manos inundadas de fuego y el miedo corrompiendome el coraje. Y salto al vacío. Me enrollo como una araña, como un bicho bolita. Y mientras tanto pienso en la locura, en el miedo. Y estoy sola, completamete. Nadie me espera, nadie me cura. Nadie salva este dolor inmenso de soledad. El desamparo se vuelve retorcido y lloro sin llorar. Y vuelo sin volar. Y no me caigo a ninguna parte. El piso se hunde y me devuelve a mi cuerda floja. Y me dedico a saltar hacia arriba, mirando la sangre del suelo. Entonces sé que voy a volver a caer. Me preocupo demasiado y eso no es bueno. Pero no conosco otro mecanismo de defenderme de la realidad....
Y las palabras que alguna vez me acariciaron la piel, no son mas que ecos del pasado que vislumbran desde otras perspectivas futuros añorados. Y el aire se convierte en deseo, y la lluvia salpica la tierra dorada. Pensando en no volver jamás. Y tomar una desición que no se reitere a si misma, como un espiral infinito. Y claudican los juicios y las objeciones. Y permanecen constantes los ruidos, el perfume de la piel y del trabajo. Luego de que las canciones se conviertan en fuego, y la briza en la melodía de un secreto. De la noche que no sabe que será de si en la madrugada. Del motor, de la asfixia, de la traición. De otros dolores mas eternos y mas sombríos. Y de la vida después de la vida, y del amor después del amor. De la reencarnación de los cuerpos alados y de la atmósfera y del laberinto eterno de la confusión.
Después de haber pasado tantas horas mirandome al espejo, pensado: esta soy yo. Y sentir esa sensación extraña de estar dentro mio, siendo húsped en mi propio cuerpo. Ese sentimiento de pertenencia que me aturde, me molesta. Y confirmar que soy un alma vacía, dentro de la carne trémula de este cuerpo. Prosperando hacia atrás, por no decir que no progreso. De los talentos no encontrados, dudando permanentemente de su existencia. Y caminando por una cuerda floja como un equilibrista sin vocación, con las manos inundadas de fuego y el miedo corrompiendome el coraje. Y salto al vacío. Me enrollo como una araña, como un bicho bolita. Y mientras tanto pienso en la locura, en el miedo. Y estoy sola, completamete. Nadie me espera, nadie me cura. Nadie salva este dolor inmenso de soledad. El desamparo se vuelve retorcido y lloro sin llorar. Y vuelo sin volar. Y no me caigo a ninguna parte. El piso se hunde y me devuelve a mi cuerda floja. Y me dedico a saltar hacia arriba, mirando la sangre del suelo. Entonces sé que voy a volver a caer. Me preocupo demasiado y eso no es bueno. Pero no conosco otro mecanismo de defenderme de la realidad....
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