sábado, julio 23, 2005

Grados bajo cero

De anoche me hubiese llevado el espejo del techo, con todas esas fotos adentro...

A quien le importa si las nueces en el corazón se pudren, se envejecen. Si las venas maltratadas y malheridas, se funden en un corazón de hierro templado. Vacío, como la música ordinaria de un hotel de paso. Cualquiera fuera la razón, los acoples del sonido fueron tan fuertes que no pudieron oirse sus palabras. Todo era vacío y trivial. Igual que siempre, solo que antes no me había dado cuenta. El frio era físico y mental. Las palabras se caían redondas por la cama. El agua de su espalda era del deshielo de un témpano terrible y rotundo.
Sus ojos de ¨caramelo media hora¨ se habían congelado en mi. Mi mirada era acusadora, juiciosa y definitiva. Nadie entendía nada. Mientras el tiempo pasaba por debajo del puente de la nostalgia, porque TODO, ya había pasado. Y todos los minutos pasan siempre por ahí. Un viento helado, glaciar, difundía sus torpes expectativas sobre una noche bataclana y efímera. Yo no quería, juro que no quería, pero pasó. Pasó lo horrible, lo mas temido. Pasó que se convirtió en hielo el calor. Pasó que solidificó el sudor, y que amanecieron con resaca los días del verano. Y las sábanas no lograban desatar los nudos de mi garganta. Y los espejos no pudieron callar el silencio, que por cierto aturdía. Y la cama se convirtió en un témpano, y las luces avioletadas confundieron nuestros cuerpos con otros. Se transmiten por ósmosis los sentidos, cuando no conducen a nada. Se ignoran, cuando son profundos e innatos.
Sientese en la cama, venga ami lado. Ami me quedan unos grados de calor para abrazarlo y compartir con usted el latir de mi pecho. No se confunda. Tampoco es amor del puro, le digo en un tono de misteriosa reflexión. Pero no me cree. Y me saluda desde la puerta con un gesto duro, inflexible y se va. Yo sé que va a volver. No sé porque motivo siempre vuelve. En realidad, no sé porque motivo siempre se va.
El se baña y yo no lo miro, sé que eso le molesta. El agua recorre su espalda como una catarata de sueños apunto de convertirse en pesadillas. El aire es tenso, las cosas cambian, pienso mientras fumo un cigarrillo. Nada tan inherente a la realidad como los segundos cautivos en las horas.
Que pasó en tu vida? - Nada, la vida me pasa a mi.

Cada cual verifica la temperatura de su alma. Y sentir que nada se mide con el termómetro del pasado, puede ser un tanto tremendista...pero si se sacuden las piernas, con el ruido de un motor, y el calor de un tibio sol, enarbola un pasado de cuento, de fábula de Esopo, eso significa que todavía no alcanzó mi alma, el cero absoluto.

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