sábado, mayo 21, 2005

Esperando una fatalidad, un llamado del cielo

Un día el pucho se volvió un cronómetro
y cada seca, una cuenta regresiva.
La esquina de mi casa era,
una cortina con olor a nicotina.
Los minutos se cansaron de esperarlo
y el reloj suspiraba en agonía
la muerte se parecía mas al frio,
y la noche me encontraba incomprendida.
Siempre espero, ver el amanecer
y en las calles del placer
vagan personas desconocidas.
Nunca mas quise volver a ser
el perro de las veredas sin sol
la casa abandonada y en ruinas
el pez que nunca murió en tu boca
ni la mentira, que aveces es verdad y lastima.
Y de tanto esperar tras la cortina
mientras se reducía el tiempo en el papel
cuando el orgullo le hizo caso a la mentira
tuve que volverme a ver.
Y no pude reconocerme al instante
era otra, distinta y gris.
Triste como siempre, pero no tanto
y vacía, como una luna sin miel.
Ya no tomo determinaciones
me dá miedo, volver.
No confío ni en mis desiciones
esto se parece mucho a ¨perder¨.
La esquina desolada,
los segundos sin tabaco ni papel
un espejo que no me reconoce
y en el que no quiero volverme a ver.

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