Dieta, geografía, de todo un poco...
Mi mamá se piensa que por haber empesado una dieta queda totalmente ajena a sus deberes como esposa y madre.
Hoy tuvo la osadía de preguntarnos a mi papá y ami: que van a comer ustedes?, como si las personas que no hacemos dieta pertenecíeramos a otra categoría de seres humanos.
Y lo peor fué que aclaró: hay acelga en la heladera. Como si un plato de acelga hervida y llena de agua fuera la solución al problema de haberse quedado húerfana y viudo respectivamente de la comida materna/esposística.
Y siguió oscureciendo: pueden comer acelga con ajito.
Porque mi mamá todavía no se enteró que ami el ajo ME REPUGNA.
No es que sea una nena caprichosa que no soporta comer otra cosa que la comida de su mamá, no. Lo que molesta es que me hallan abandonado a la suerte de lo que hay en la heladera, lo cual suele ser muy riesgoso en una casa donde viven 3 personas pero comen 5 ó 6.
Entonces, como no tenía hambre porque recién terminaba de tomar mi cafecito con leche al lado de la computadora evitando perder mas neuronas viendo ¨Jesús el heredero¨ y habiendo sido despojada de la pantalla de TELEFÉ para ver por enésima vez el capítulo de Javier (el soltero picarón) amigo de la familia Simpson, decidí hacer caso omiso a las insulsas propuestas culinarias de mi madre, y me fuí a imprimir una copia de mi transparente y escueto curriculum vitae.
Pobre, ese si que necesitaría comer un poco de acelga a ver si crece algo. Hasta pálido y con ojeras lo vi mientras lo paría la impresora....
Y cuando finalmente volvía del ciber (que estaba cambiando de dueño por cuarta vez), me dí cuenta todo lo que la geografía de mi barrio había cambiado en unos pocos años, y me agarró un poco de melancolía y otro poco de paranoia, esa que me viene cuando me doy cuenta de que algunas cosas jamás van a volver a ser como eran.
El negocio donde venden baterías para autos donde mi sobrino de 3 años va a ver el jeep que le hace perder el sueño y que alguna vez fué el baldío con el que mi mamá y yo soñábamos ampliar el patio, el que está al frente de este donde arreglan frenos para autos y que se ha ganado mis putiadas, generalmente los domingos a las 9 de la mañana cuando ellos prueban sus autos y yo mi paciencia para no ir a re putiarlos a la cara.
El mercadito que ahora en lugar de góndolas con arroz tiene polízas de seguros, el restaurante que no va para adelante, sino mas bien para atrás y que primero despertó la burla de todos los vecinos, pero mas tarde al ver como su dueño y su señora se pasaban las noches detrás de los vidrios empañados esperando que alguien entre a probar el pollo al horno o las milanesas hizo sentir un poco de lástima y hasta culpa.
Y lo peor: ese gran mounstro prehistórico de la era jurásica que vino a arrasar con lo que fué un gran bosque de eucaliptus donde tomé alcohol por primera vez en ausencia de mis padres y donde fumábamos a escondidas cigarrillos robados, durante un verano que quedó entre los mejores de mi vida.
Hoy tuvo la osadía de preguntarnos a mi papá y ami: que van a comer ustedes?, como si las personas que no hacemos dieta pertenecíeramos a otra categoría de seres humanos.
Y lo peor fué que aclaró: hay acelga en la heladera. Como si un plato de acelga hervida y llena de agua fuera la solución al problema de haberse quedado húerfana y viudo respectivamente de la comida materna/esposística.
Y siguió oscureciendo: pueden comer acelga con ajito.
Porque mi mamá todavía no se enteró que ami el ajo ME REPUGNA.
No es que sea una nena caprichosa que no soporta comer otra cosa que la comida de su mamá, no. Lo que molesta es que me hallan abandonado a la suerte de lo que hay en la heladera, lo cual suele ser muy riesgoso en una casa donde viven 3 personas pero comen 5 ó 6.
Entonces, como no tenía hambre porque recién terminaba de tomar mi cafecito con leche al lado de la computadora evitando perder mas neuronas viendo ¨Jesús el heredero¨ y habiendo sido despojada de la pantalla de TELEFÉ para ver por enésima vez el capítulo de Javier (el soltero picarón) amigo de la familia Simpson, decidí hacer caso omiso a las insulsas propuestas culinarias de mi madre, y me fuí a imprimir una copia de mi transparente y escueto curriculum vitae.
Pobre, ese si que necesitaría comer un poco de acelga a ver si crece algo. Hasta pálido y con ojeras lo vi mientras lo paría la impresora....
Y cuando finalmente volvía del ciber (que estaba cambiando de dueño por cuarta vez), me dí cuenta todo lo que la geografía de mi barrio había cambiado en unos pocos años, y me agarró un poco de melancolía y otro poco de paranoia, esa que me viene cuando me doy cuenta de que algunas cosas jamás van a volver a ser como eran.
El negocio donde venden baterías para autos donde mi sobrino de 3 años va a ver el jeep que le hace perder el sueño y que alguna vez fué el baldío con el que mi mamá y yo soñábamos ampliar el patio, el que está al frente de este donde arreglan frenos para autos y que se ha ganado mis putiadas, generalmente los domingos a las 9 de la mañana cuando ellos prueban sus autos y yo mi paciencia para no ir a re putiarlos a la cara.
El mercadito que ahora en lugar de góndolas con arroz tiene polízas de seguros, el restaurante que no va para adelante, sino mas bien para atrás y que primero despertó la burla de todos los vecinos, pero mas tarde al ver como su dueño y su señora se pasaban las noches detrás de los vidrios empañados esperando que alguien entre a probar el pollo al horno o las milanesas hizo sentir un poco de lástima y hasta culpa.
Y lo peor: ese gran mounstro prehistórico de la era jurásica que vino a arrasar con lo que fué un gran bosque de eucaliptus donde tomé alcohol por primera vez en ausencia de mis padres y donde fumábamos a escondidas cigarrillos robados, durante un verano que quedó entre los mejores de mi vida.
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