lunes, febrero 06, 2006

La abuela

Le dijo: ''estate a eso de las 7, a esa hora llegan los chicos''.

Esa mañana se despertó un hora antes. A las 5 de la mañana ya estaba arriba, pensando en que se iba a poner para ir al cumpleaños de su hija. En la casa de su hija siempre se aburre. Son todos callados. Comen en silencio, no miran la televisión: tanto silencio asusta en esa casa. Pero ella prefiere aburrise dentro de otras cuatro paredes y en compañía de la gente que quiere, y que la quiere.
Siente que hasta las 7 de la tarde existe una eternidad contenida en un día. Es imposible dejar de pensar en otra cosa: solo piensa en que su enfermera tiene que vestirla y peinarla como a ella le gusta: esa es su máxima preocupación. ''siempre fuí puntual'', le dice mientras con el cepillo redondo le reconstruye los rulos plateados. Y esa es una clarísima indirecta para que se apure.

Están las dos vestidas, pintadas y peinadas ,sentadas en el sillón del living. Son las 5 y media de la tarde. Falta una hora dice alguna de las dos. Y el tiempo parece suspendido del techo. Miran televisión (o hacen que miran televisión). La ansiedad le carcome la concentración.

Llegan a casa de su hija. Las reciben con mucho afecto. Los ñietos, los bisnietos, la hija. La enfermera la ayuda a comodarse en una silla: estratégicamente al frente del plato de sanwichitos. Come uno, come dos, come tres, toma un vaso de gaseosa. Se cansa. Se pone ansiosa. Se inclina y le dice al oído a la enfermera : ''vamos, quiero volver a casa''.

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