miércoles, febrero 15, 2006

El dulce, dulce sabor de la venganza.

En el post ''Entradas a Joaquín'' del sábado 4 de febrero, creo que olvidé comentar una de las cosas que mas me dolió de ese triste episodio. Como no podía ser de otra manera, alguna actitud de mierda, tenía que tener. El había quedado en que iba a ir al recital con los amigos, entonces todas las intenciones de cambiar la entrada, para sentarse cerca de ellos (él es una idiota, y yo mas, mas idiota que él). Se suponía que a la entrada se la regalaba yo, con lo cual queda comprobado que es el ímbecil mas agrande que se podría haber cruzado en la vida.

Entonces algo empezó a madurar en mi cabeza. Una idea. Una idea de vengarme por todo lo que él mi hizo. Entonces pensé en vender o regalar o lo que fuera para deshacerme de la entrada que supuestamente es suya, pero que tengo en mi poder. Pasaron algunos días y no me animé a hacerlo (compradores no me faltan).

No es mi estilo de hacer las cosas. No estaría bien que haga una cosa así.

Pero ayer iba en el colectivo y sin pensarlo agarré el teléfono y le mandé un SMS diciendole que había tenido que vender su entrada por que había conseguido a alguien que me la compraba a un 30% mas. Que yo estaba muy endeudada y me estaban apurando para que pagara. No voy a relatar toda la conversación por el simple hecho de que no tengo ganas. Se enojó me parece. Y me sentí muy bien. Muy bien. Su futuro está en mi poder. Ya no hay mas entradas. Espero, profundamente y con el mas perturbado de los odios que Joaquín no agregue otra función.

Al principio pensé en hacerle creer que era una broma durante algunos días y después darle su entrada. Pero eso lo haría muy feliz, y no son esas precisamente mis intenciones. Cuando nos estábamos mensajeando, le dije en uno de los SMS que el hubiera hecho lo mismo. La idea era que el se sintiese como me hizo sentir ami en miles de oportunidades. Y me respondió: no te justifiques. Es decir que tampoco lo negó.

Lo pensé, lo pensé miles de veces, pedí consejos (cosa que nunca hago). Y finalmente hoy, casi como en un vómito le dije a un compañero de trabajo: tengo una entrada de Sabina para venderte, ¿la querés?. Y la venganza se hizo carne. Y yo me siento, muy, pero muy bien.

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