domingo, septiembre 16, 2007

Domingo

Me desplomo sobre mi cama como una bolsa de cemento. Estoy rígida, pesada, fría. Miro el techo y miro el techo, nada más. Afuera alguien toca una corneta. Habría que haber condenado a la hoguera al que haya inventado semejante instrumento de tortura (qué paradoxa ¿no?). La corneta sigue sonando insistentemente. Y yo sigo mirando el techo. Paralizada, con las manos en la panza: ¿en qué momento me convertí en momia?.

Me aterra lo siniestro de ver pasar el tiempo detrás de una ventana. Me aterra despertarme algún día y tener 60 años y nada más: tener solamente 60 años y nada más: tener solamente 60 años y nada más. Francamente me aterra. Qué querés que te diga...

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