domingo, agosto 12, 2007

Achís

...sin embargo, había algo en mí que me hacía pensar que por ejemplo, la transición de una estación a otra, podía traer consigo una serie de milagrosos acontecimientos. Como si por ejemplo, el régimen de los solsticios estaría regido por una fuerza sobrenatural cuyo fin en el mundo fuese hacerle el bien a las personas como yo.

Una ridiculés.

O por ejemplo, esa teoría post-infantil sobre los años impares que traigo conmigo desde que empecé a esperar cosas sin saber realmente a qué atribuírselas.

Todo esto viene a tener sentido (o a perderlo) porque cada vez que esperé -con la ansiedad de una criatura- esas definiciones climatológicas o numerísticas que me cambien radicalmente la vida fuí víctima del peor de los desencantos, de la desilución más fútil y miserable de la que puede ser víctima una persona tan sensible y esperanzada como yo. Mis últimas alergías, mis más fuertes estornudos, todos los mocos que me soné, fueron vanales indicadores de que las cosas podían mejorar.

"La única que puede cambiar radicalmente tu vida, sos vos".

Si alguien vuelve a decirme una barbaridad como esa, le pateo la cabeza hasta dejársela como un manojo de plastilina.

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