Domingo
Necesito salir, irme. Si me quedo encerrada diez minutos más voy a reventar. Me pongo un abrigo, agarro la cartera, digo: "chau" y me voy.
No sé a donde ir. Camino cinco cuadras y siento que hace un año que estoy caminando. Llego a la avenida, tomo un colectivo: ya está. Me fuí.
Me bajo en el centro. Camino y camino y camino. Ahora si disfruto de caminar.
Abrieron un local de Dolce & Gabanna. ¡Qué bien!. Viva el progreso. Madre, hija padre están entrando al fastuoso local. La hija es preciosa. La miro. Es preciosa. La miro. Es preciosa. El padre me mira mirándola. Y es una mirada libidinosa: lo sé. Imagino que se imagina fantasías incestuosas. Un trío. El, yo y su hija preciosa y rubia con piel de porcelana china.
Me miro en los vidrios espejados del hotel que está al frente del Patio Olmos y me veo linda. Estoy sola, dejando progresivamente la tristeza que tenía una hora antes, no tengo plata, no sé a donde ir, pero me veo linda.
Ir al cine. Pasar el rato. Todo el tiempo estuve convencida de que iba a encontrarme con FD. Me imaginaba llorando con él. Y en mi imaginación yo lloraba por horas. Hasta deshidratarme. Y él como siempre, sin saber qué decir.
Fuí al cineclub Hugo del Carril. En la programación que estaba pegada en la pared no se entendía nada. Lo único que entendí es que justo a las 18 (eran las 18) empezaba una película.
- Deme una entrada para la película que empieza ahora.
Y Maia se metió en el cine.
Y Maia vió la película.
Y Maia salió del cine.
Lo mejor de todo fué que tuve la necesidad imperiosa de comer un caramelo. Así que mientras miraba la película, pensaba si tenía algo con azúcar en la cartera. Y me acordé: tenía un chupetín con forma de pene muy simpático que me había quedado de una despedida de soltera. Así que muy horonda yo y como si no estuviera haciendo nada malo (en realidad no estaba haciendo nada malo) me comí un poco a escondidas la pijita de azúcar.
Cuando salí del cine tenía frío, así que empecé a caminar rápido a la parada del colectivo para volverme a casa. Compré cigarrillos y nada para comer. Aunque tenia mucho hambre.
En la parada había un loquito bastante divertido. Iba y venía hablando solo. Lo filmé con el teléfono. Andaba con un colchón en la mano y ahí me acordé de que hace poco iba caminando por la Cañada y un tipo acostado en un colchón con una caja de vino al lado me dijo algo que no entendí. Creo que era el mismo. Un viejo que estaba ahí miraba desconcertado. Una señora y una chica se miraban y se reían.
Volví a casa con dolor de garganta.
Y ese fué mi domingo.
No sé a donde ir. Camino cinco cuadras y siento que hace un año que estoy caminando. Llego a la avenida, tomo un colectivo: ya está. Me fuí.
Me bajo en el centro. Camino y camino y camino. Ahora si disfruto de caminar.
Abrieron un local de Dolce & Gabanna. ¡Qué bien!. Viva el progreso. Madre, hija padre están entrando al fastuoso local. La hija es preciosa. La miro. Es preciosa. La miro. Es preciosa. El padre me mira mirándola. Y es una mirada libidinosa: lo sé. Imagino que se imagina fantasías incestuosas. Un trío. El, yo y su hija preciosa y rubia con piel de porcelana china.
Me miro en los vidrios espejados del hotel que está al frente del Patio Olmos y me veo linda. Estoy sola, dejando progresivamente la tristeza que tenía una hora antes, no tengo plata, no sé a donde ir, pero me veo linda.
Ir al cine. Pasar el rato. Todo el tiempo estuve convencida de que iba a encontrarme con FD. Me imaginaba llorando con él. Y en mi imaginación yo lloraba por horas. Hasta deshidratarme. Y él como siempre, sin saber qué decir.
Fuí al cineclub Hugo del Carril. En la programación que estaba pegada en la pared no se entendía nada. Lo único que entendí es que justo a las 18 (eran las 18) empezaba una película.
- Deme una entrada para la película que empieza ahora.
Y Maia se metió en el cine.
Y Maia vió la película.
Y Maia salió del cine.
Lo mejor de todo fué que tuve la necesidad imperiosa de comer un caramelo. Así que mientras miraba la película, pensaba si tenía algo con azúcar en la cartera. Y me acordé: tenía un chupetín con forma de pene muy simpático que me había quedado de una despedida de soltera. Así que muy horonda yo y como si no estuviera haciendo nada malo (en realidad no estaba haciendo nada malo) me comí un poco a escondidas la pijita de azúcar.
Cuando salí del cine tenía frío, así que empecé a caminar rápido a la parada del colectivo para volverme a casa. Compré cigarrillos y nada para comer. Aunque tenia mucho hambre.
En la parada había un loquito bastante divertido. Iba y venía hablando solo. Lo filmé con el teléfono. Andaba con un colchón en la mano y ahí me acordé de que hace poco iba caminando por la Cañada y un tipo acostado en un colchón con una caja de vino al lado me dijo algo que no entendí. Creo que era el mismo. Un viejo que estaba ahí miraba desconcertado. Una señora y una chica se miraban y se reían.
Volví a casa con dolor de garganta.
Y ese fué mi domingo.
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