viernes, marzo 09, 2007

Vos, hormiga colorada, te paseabas de la página 237 a la 238. Oronda. Despreocupada. Igualmente, yo no iba a matarte. Entonces te di un tincaso. Te rompí una pata.

Me sentí fatal y te pedí perdón. En voz alta.

La gente que estaba en la parada del colectivo se dió vuelta. Se acercaron. Hundieron sus cabezas muertas en mi libro y ahí estabas vos: coja, malherida y envenenada.

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