Génesis: capítulo uno: párrafo primero

He engendrado vida.

Soy su ama y dios, pués yo les dí la vida y ahora no tengo el valor para quitársela.

Tengo un ecosistema de hongos en mi cartera, así, lisa y llanamente.

Esto de andar traficando verduras hervidas en mi bolso de todos los días ha sido la forma mas simple, aburrida y patética de traer vidas al mundo.

Cuando abrí mi cartera esta mañana el olor nauceabundo era fatal. El olor venía del interior, así
que saqué todo (dos reproductores de MP3,
billetera, celular, transformador AC/DC, auriculares, papeles y boletos varios, el libro: La invensión de Morel, cigarrilos y encendedor: todo impregnado con un aroma a vida pluricelular espantoso).

Hoy los llevé conmigo a todas partes, digamos que los saqué a pasear...¿para que quiero hijos si tengo estos bichitos hermosos y repulsivos que puedo llevarlos conmigo a donde sea?.

De cuando en cuando abría la cartera y sin que nadie me viera metía mi nariz: si el olor era mas asqueroso que antes, entonces estaban bien.

Los llevé, los traje, viajaron en colectivo, fueron a la facultad y volvieron a casa. Cuando llegué y olí que estaban mas vivos que nunca me dí cuenta de que sería imposible que se reciban de médicos y formen una familia: pués para eso necesitan mas alimentos descompuestos los cuales no estoy dispuesta a proveer por que necesito esa cartera como al aire que necesito para respirar.

La desición está tomada y es irrevocable: solo les queda una noche de vida. Mañana mueren en el lavarropas, entre espuma de jabón en polvo y suavisante con olor a flores de primavera.