Orgía pública: de extrañar y otras enfermedades
Lo extrañé una mañana que llovía y una canción aparecía como un fantasma en todas las esquinas recordándome que estaba a muchos kilómetros de distancia.
Me había quedado sin cigarrillos: error.
Jamás debo quedarme sin cigarrillos cuando estoy en el trabajo. Quedarme sin cigarrillos es igual a morir. Es lo mismo que olvidar el sentido de todo.
La lluvia se anunciaba, el día gris le preparó una fiesta de blancos y negros, de violetas y anaranjados. Esperando a la lluvia. Yo me escapé. Miré hacia un lado y al otro: no hay moros en la costa. Me fuí. Quizás hubiera querido hacer como esos maridos hastiados por la vida de familia: salir a comprar cigarrillos y nunca mas volver. Pero tengo miedo. Miedo de perderlo todo. De arrepentirme sin haber disfrutado del libertinaje audáz de escaparme del trabajo y nunca mas volver.
En el quiosco sonaba esa canción: la misma canción que un día atrás había cantado todo el largo y aburrido día. Esa canción que se transforma en un espectro que se burla de mi soledad.
Vuelvo con la amargura de quien fracasa: cigarrillos en mano (ni siquiera conseguí lo que buscaba) y con una melodía que no me deja pensar en otra cosa. La lluvia ya llegó. Me mojo y me mojo despacito. Me baño con la lluvia. Afuera se festeja una gran orgía: somos muchas personas mojándonos en la calle: viejos, viejas, chicos, mujeres que vuelven del mercado.
Abro el portón: otra vez la fábrica inmunda. El olor de la humedad se mezcla con la grasa y el hedor del asfalto empieza a subir. Me preparó un café (quizás el ultimo café de mi vida), enciendo un cigarrillo (''ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama me enfado con las sombras que pueblan los pasillos y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama...''). Pienso en la canción. Al rato la olvido. Trato de distraerme, de olvidarme de que yo, soy yo. Me olvido de pensar en todo, me concentro: trabajo. Escucho otra música (Sabina salvador de sucesivas tristezas). Pienso, no pienso. Lo olvido. Está ahí. Que hará. ¿Quien será?. Lo recuerdo. Aveces también lo odio un poco. No lo quiero. Lo detesto. Lo extraño. Lo deseo. Me imaginé haciendo el amor con él: señal de alarma. Cuando vuelva sé que no lo voy a volver a querer. Lo quiero cuando lo extraño. Extrañar es quizás amar. La presencia de las personas arruina el recuerdo que me queda de ellos cuando no están. Quiero que tenga otra voz. Otros gestos. Me tortura pensar en que aveces soy igual o mas superficial que algunas personas discretas y mediocres. Odios sus gestos y su voz. Me gusta su forma de pensar y su forma de actuar (sobre todo ante los problemas). Me gusta también como me mira. Aunque aveces siento miedo de que se aburra conmigo. Es natural: soy muy callada.
Sigue lloviendo. Miro por la ventana y me imagino que aparece en cualquier momento. Que aparece corriendo y se mete en la oficina. Que se sienta y mira por la ventana. Y miramos por la ventana. Y vemos como cae la lluvia. Y ambos pensamos en lo lindo que está para ver una peli. Y extraño esa rutina cotidiana y estúpida de los días de lluvia.
Y un baldazo de verdad me lava la cara: lo extraño. No tengo ganas de trabajar. No tengo ganas de moverme ni de dejar de escuchar música, ni de tomar café ni de fumar. Estoy sola: nadie me controla ni me ve. Podría sacarme un moco de la naríz y nadie me vería.
Subo las escaleras. Voy en busca de conversación. Necesito hablar con alguien. La radio suena a todo volúmen: parece mentira: otra vez esa canción. ¿Es acaso una broma de mal gusto?. La escucho triste. Por que me gusta sentirme la protagonista de una película dramática y las bandas sonoras siempre acompañan esos momentos tristes: como ninguna otra cosa lo podría hacer. Me siento bien por que me siento mal. Esquivo la conversación: ahora quiero escuchar esa canción en lugar de hablar. La escucho, pienso en todo esto que ahora escribo. Pienso que en realidad extrañar no es amar, si no amar sería la consecuencia de una costumbre: y no creo que sea así.
Me convenzo de todo. Espero que el día se desintegre en el tiempo y veo que pasa. Mañana las cosas cambian. Mañana se me despejan las ideas. Mañana seguro que no llueve.
Me había quedado sin cigarrillos: error.
Jamás debo quedarme sin cigarrillos cuando estoy en el trabajo. Quedarme sin cigarrillos es igual a morir. Es lo mismo que olvidar el sentido de todo.
La lluvia se anunciaba, el día gris le preparó una fiesta de blancos y negros, de violetas y anaranjados. Esperando a la lluvia. Yo me escapé. Miré hacia un lado y al otro: no hay moros en la costa. Me fuí. Quizás hubiera querido hacer como esos maridos hastiados por la vida de familia: salir a comprar cigarrillos y nunca mas volver. Pero tengo miedo. Miedo de perderlo todo. De arrepentirme sin haber disfrutado del libertinaje audáz de escaparme del trabajo y nunca mas volver.
En el quiosco sonaba esa canción: la misma canción que un día atrás había cantado todo el largo y aburrido día. Esa canción que se transforma en un espectro que se burla de mi soledad.
Vuelvo con la amargura de quien fracasa: cigarrillos en mano (ni siquiera conseguí lo que buscaba) y con una melodía que no me deja pensar en otra cosa. La lluvia ya llegó. Me mojo y me mojo despacito. Me baño con la lluvia. Afuera se festeja una gran orgía: somos muchas personas mojándonos en la calle: viejos, viejas, chicos, mujeres que vuelven del mercado.
Abro el portón: otra vez la fábrica inmunda. El olor de la humedad se mezcla con la grasa y el hedor del asfalto empieza a subir. Me preparó un café (quizás el ultimo café de mi vida), enciendo un cigarrillo (''ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama me enfado con las sombras que pueblan los pasillos y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama...''). Pienso en la canción. Al rato la olvido. Trato de distraerme, de olvidarme de que yo, soy yo. Me olvido de pensar en todo, me concentro: trabajo. Escucho otra música (Sabina salvador de sucesivas tristezas). Pienso, no pienso. Lo olvido. Está ahí. Que hará. ¿Quien será?. Lo recuerdo. Aveces también lo odio un poco. No lo quiero. Lo detesto. Lo extraño. Lo deseo. Me imaginé haciendo el amor con él: señal de alarma. Cuando vuelva sé que no lo voy a volver a querer. Lo quiero cuando lo extraño. Extrañar es quizás amar. La presencia de las personas arruina el recuerdo que me queda de ellos cuando no están. Quiero que tenga otra voz. Otros gestos. Me tortura pensar en que aveces soy igual o mas superficial que algunas personas discretas y mediocres. Odios sus gestos y su voz. Me gusta su forma de pensar y su forma de actuar (sobre todo ante los problemas). Me gusta también como me mira. Aunque aveces siento miedo de que se aburra conmigo. Es natural: soy muy callada.
Sigue lloviendo. Miro por la ventana y me imagino que aparece en cualquier momento. Que aparece corriendo y se mete en la oficina. Que se sienta y mira por la ventana. Y miramos por la ventana. Y vemos como cae la lluvia. Y ambos pensamos en lo lindo que está para ver una peli. Y extraño esa rutina cotidiana y estúpida de los días de lluvia.
Y un baldazo de verdad me lava la cara: lo extraño. No tengo ganas de trabajar. No tengo ganas de moverme ni de dejar de escuchar música, ni de tomar café ni de fumar. Estoy sola: nadie me controla ni me ve. Podría sacarme un moco de la naríz y nadie me vería.
Subo las escaleras. Voy en busca de conversación. Necesito hablar con alguien. La radio suena a todo volúmen: parece mentira: otra vez esa canción. ¿Es acaso una broma de mal gusto?. La escucho triste. Por que me gusta sentirme la protagonista de una película dramática y las bandas sonoras siempre acompañan esos momentos tristes: como ninguna otra cosa lo podría hacer. Me siento bien por que me siento mal. Esquivo la conversación: ahora quiero escuchar esa canción en lugar de hablar. La escucho, pienso en todo esto que ahora escribo. Pienso que en realidad extrañar no es amar, si no amar sería la consecuencia de una costumbre: y no creo que sea así.
Me convenzo de todo. Espero que el día se desintegre en el tiempo y veo que pasa. Mañana las cosas cambian. Mañana se me despejan las ideas. Mañana seguro que no llueve.
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