domingo, marzo 19, 2006

Almuerzo

Almuerzo: todo me resulta tan patético. Quiero llorar y se me llenan los ojos de lágrimas. Hay demasiado aroma a 2001. Todo me recuerda a esa triste depresión compartida (por suerte no estaba sola, por suerte eso nos hizo inseparables). Intento disimular.

No estoy llorando, estoy por estornudar. No estoy llorando, estoy bostezando.


Miro fijo por la ventana, es inevitable: se me humedecen los ojos (incluso ahora que estoy recordando ese momento, siento ganas de llorar). Intento sacar fuerzas de donde no tengo, extraigo de mi interior un poco de energía: dentro mío tengo un yacimiento. Miro fijo por la ventana y pienso en el triste silencio que nos acompaña. Siento lástima por mi y por los que me rodean. Lástima y rabia. Agarro entre mis manos un salero y lo aprieto fuerte, muy fuerte entre mis dedos. Es rabia, bronca, furia. Quizás estalle dentro de un par de momentos (horas, minutos, que sé yo). Quizás salga a caminar y llore un poco y me descargue. Lo único que sé es que no me quiero quedar acá. Y mientras tomo agua pienso en viajar, en escaparme. Huir tiene los colores de la solución. Viajar suena a respuesta. Olvidarme de todo, olvidarme de mi familia, de mis amigos. No volver a verlos nunca mas. Nacer y elegir donde nacer. Elegir quien ser. Crónicas de un almuerzo tan frío como triste.
Quizás reviente. Quizás estalle en miles de pedazos. Quizás desaparesca y mi materia se transforme en polvo, en cenizas. Algún día voy a desaparecer y mi existencia no queda en la memoria de nadie. Un extra en el mundo. Una doña nadie. Me muero.
El ruido del inodoro en el amuerzo, entonando las melodías de la soledad. Y el silencio provocando derrumbes...

0 Delirios ajenos:

Publicar un comentario

<< Home