Ella le manda un mensaje de texto para contarle que anoche soñó con él.
Que en el sueño, él llamaba desde una cabina pública a su psicóloga, para contarle que había confundido un calcetín con un ser diminuto de lana.
El le responde el mensaje con un rotundo y estandarizado: "jajajaja".
Lo que ella no le contó es que en el sueño, mientras él le hablaba preocupado a su psicóloga, un señor canoso le daba un premio de fin de año al canillita que le llevaba el diario todas las mañanas: diez billetes de diez pesos. El canillita, enfadado, le decía que:
- muchas gracias por el premio señor, pero aún no me pagó la fecha ni la hora de todo el año.
En ese instante, irrumpía en escena un señor vestido de traje y corbata. La buscaba a ella por su nombre, la agarraba de la mano y se la llevaba.
- No entiendo, ¿a dónde vamos?.
- Están haciendo una importante selección de personal para una fábrica militar. Quiero que te presentes.
Era un salón enorme. Con puertas enormes. Con tres pizarrones negros de esos para escribir con tiza, enormes. Y un jurado de unas cinco personas.
En los pizarrones habían escritas ecuaciones diferenciales, integrales triples y derivadas: el clima de tensión era insoportable.
Ella se sintió intimidada por toda esa parafernalia matemática y quiso irse. Pero un arrebato de espíritu luchador y tenáz, le invadió el alma. Y se quedó.
Entonces le avisaron que era su turno.
Buscó la hoja con el problema por la mesa de los jurados y pidió permiso para sentarse en una de las mesas enormes.
- Para eso están los pizarrones, señorita.
- Por favor...
Entonces se sentó en una de las mesas y miró con detenimiento la fotocopia ilegible con el problema irresolvible.
"¿Habrá que sacar el "torque"?". Se preguntó.
En off. Sin poder escribir absolutamente nada. Sin llegar a ninguna solución. Su principal preocupación era verle la cara de decepción al profesor que con mucha confianza la había llevado hasta ahí.
Entonces uno de los miebros del jurado, un tipo alto, flaco y bien parecido, le dice que necesita "ese" lugar. Ella le responde que está tratando de resolver el problema, y le ofrece sentarse sobre su falda. Ella se para. El se sienta. Ella se sienta sobre sus piernas.
Lo que ella no le cuenta en el mensaje del texto, es que del caracter solemne de un aula universitaria el sueño se transforma en una peli porno de cuarta.
Ella no le cuenta por ejemplo, que el profesor del jurado empieza a sentirse excitado. Tampoco le cuenta que ella empieza a mover las caderas lentamente para sentir el miembro del miembro del jurado. Y que de no ser por el ruido infernal de radio cadena 3, hubiese tenido uno de los mejores sueños eróticos de su vida.
Que en el sueño, él llamaba desde una cabina pública a su psicóloga, para contarle que había confundido un calcetín con un ser diminuto de lana.
El le responde el mensaje con un rotundo y estandarizado: "jajajaja".
Lo que ella no le contó es que en el sueño, mientras él le hablaba preocupado a su psicóloga, un señor canoso le daba un premio de fin de año al canillita que le llevaba el diario todas las mañanas: diez billetes de diez pesos. El canillita, enfadado, le decía que:
- muchas gracias por el premio señor, pero aún no me pagó la fecha ni la hora de todo el año.
En ese instante, irrumpía en escena un señor vestido de traje y corbata. La buscaba a ella por su nombre, la agarraba de la mano y se la llevaba.
- No entiendo, ¿a dónde vamos?.
- Están haciendo una importante selección de personal para una fábrica militar. Quiero que te presentes.
Era un salón enorme. Con puertas enormes. Con tres pizarrones negros de esos para escribir con tiza, enormes. Y un jurado de unas cinco personas.
En los pizarrones habían escritas ecuaciones diferenciales, integrales triples y derivadas: el clima de tensión era insoportable.
Ella se sintió intimidada por toda esa parafernalia matemática y quiso irse. Pero un arrebato de espíritu luchador y tenáz, le invadió el alma. Y se quedó.
Entonces le avisaron que era su turno.
Buscó la hoja con el problema por la mesa de los jurados y pidió permiso para sentarse en una de las mesas enormes.
- Para eso están los pizarrones, señorita.
- Por favor...
Entonces se sentó en una de las mesas y miró con detenimiento la fotocopia ilegible con el problema irresolvible.
"¿Habrá que sacar el "torque"?". Se preguntó.
En off. Sin poder escribir absolutamente nada. Sin llegar a ninguna solución. Su principal preocupación era verle la cara de decepción al profesor que con mucha confianza la había llevado hasta ahí.
Entonces uno de los miebros del jurado, un tipo alto, flaco y bien parecido, le dice que necesita "ese" lugar. Ella le responde que está tratando de resolver el problema, y le ofrece sentarse sobre su falda. Ella se para. El se sienta. Ella se sienta sobre sus piernas.
Lo que ella no le cuenta en el mensaje del texto, es que del caracter solemne de un aula universitaria el sueño se transforma en una peli porno de cuarta.
Ella no le cuenta por ejemplo, que el profesor del jurado empieza a sentirse excitado. Tampoco le cuenta que ella empieza a mover las caderas lentamente para sentir el miembro del miembro del jurado. Y que de no ser por el ruido infernal de radio cadena 3, hubiese tenido uno de los mejores sueños eróticos de su vida.
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