domingo, marzo 18, 2007

2107 (y siete)

Yo hablaba y hablaba. Como nunca. Hablaba de mis libros, de mi música. Aveces también hablaba de mí. Hablábamos los dos juntos. Nos callábamos al mismo tiempo. Tal sincronización resultaba de lo más alentadora.

Un ósculo de película. De comedia romántica. De Bridget Jones. Improvisado. Abstracto. Materializado y -ceremoniosamente- inmortalizado con una mano de él en mi culo.

Yo me dormía. En cualquier parte. Y un gato en la ventana. Y un hermano durmiendo en otra pieza. Y yo peluda y asquerosa y sin excusas en la cartera. Y manos. Piernas. Y cuando el alcohol abandona la sangre, se evaporan la inconciencia y la despreocupación.

El estado físico de la borrachera puede ser espantoso y antiesteta. Pero el mental es fabuloso.
Gracias al alcohol -aveces- los humanos nos hacemos un poquito menos pelotudos y desprejuiciados.

El se arrepiente. Yo no.

Me auto-condeno al ostracismo de mi mundo paralelo. "No debí imaginarme nada". Un plan diabólico e inmanejable me martiriza desde siempre. La secuencia. Lo imagino. Los artiulugios sobrenaturales ejecutan su plan. Mi realidad futura nunca es, ni será como yo la imaginé. Ergo, él nunca se va a enamorar de mí.

1 Delirios ajenos:

Anonymous Anónimo said...

Casi todas las sustancias que incentivan nuestros estimulos transforman nuestra apariencia y estado fisico en una forma no muy agradable... Pero como bien decis: el estado mental es f a b u l o s o. Gran parte de mi feliz y relajado finde se lo debo a Mery :)

Si, me voy de nuevo de vacaciones, una semana. Esta vez para Uruguay.
Y si tambien: creo que seria muy feliz en Brasil. Amo el clima y la geografia de ese pais... y ni hablar de la gente: tienen otro ritmo de vida, siempre con una sonrisa y una amabilidad increible.

10:34 a. m.  

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