miércoles, noviembre 29, 2006

Pablo Neruda se levanta de su tumba para propiciarme una golpiza...

Puedo escribir los versos más patéticos esta tarde.

Escribir, por ejemplo: «Tengo un dolor de panza que me dejó sin aire durante todo el día».

Hay una humedad espantosa y tengo los pelos a la miseria.

Puedo escribir los versos más horribles esta tarde.
Tengo gases, muchos gases y me duele la espalda después de haberlos cargado conmigo durante todo el puto día.

Puedo escribir los versos más estúpidos esta tarde.
Pensar en todo lo que comí. Sentir que no debía.

Oír la tarde inmensa, más inmensa sin mi café con leche.
Y el verso me cae como patada al hígado, como al pasto el rocío.

Qué importa que mi higado se seque.
La tarde está soleada y yo estoy aburrida.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi hígado no se contenta con haberse empachado.

Como para rematarla me preparo un sandwich de jamón y queso.
Mi estómago lo pide, y yo se lo convido.

Ya no lo quiero, es cierto, pero cuánto lo quise.
Mi panza famélica buscaba comida y mi cerebro sumiso ejecutó su marcha.

De otro. Será de otro. Como antes mis otros sandwiches de jamón y queso.
Su pan, su jamón rosado. Su queso untable.

Ya no lo quiero, es cierto, pero tal vez lo quiera después.
Es tan largo mi dolor, y es tan corto el pepino .

Porque en tardes como ésta lo tuve entre mis manos,
Mi higado no se contenta con no haberlo comido.

Aunque éste sea el último dolor que el me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

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