jueves, septiembre 28, 2006

¡Qué vida de mierda!

El Sr. Burns está enojado con el hombre de la voz rosa. ¿Intermediara?. Yo. ¿Quién más sino?...El Sr. Burns nunca da la cara y para eso estamos sus empleados, en este caso: yo. Meto la pata una y otra vez. "Callate", pienso cada vez que termino de decir algo. Eternas conversaciones por teléfono. El hombre de la voz rosa no se cansa de putear a medio mundo mientras yo no sé si reirme o frenarle el carro. Opto por la primera opción: me río de sus burlas y de sus imitaciones. Le digo: "el Sr. Burns está re caliente con vos". ¿¿Para qué?? ¿¿Para qué le dije eso??. El hombre de la voz rosa se puso como loc@. "Pasame con él al teléfono, pasamelo ya", decía. Y yo no paraba de pensar que me había mandado un moco: el mocaso de mi vida. "Bueno, escuchame - le digo - mañana venís a la mañana y arreglamos todo, no te alteres. Yo no puedo pasarte con él por que él está en una reunión ahora - miento -".

Cuando creí que había vuelto la paz, el Sr. Burns me llama ENOJADÍSIMO y me dice: "¿Me podés decir qué hablaste con el hombre de la voz rosa?". "Acá cagué fuego", digo mientras me levanto de mi escritorio. Voy hasta su escritorio, me siento al frente del Sr. Burns y con la voz temblorosa, le digo: "dígame".

El hombre de la voz rosa es del tipo de personas que uno nunca sabe con que te van a salir. Habla hasta por los codos y nunca dice nada. Es falso. Mentiroso. Exagerado. Adulador. Y chanta. Pero chanta mal...

El Sr. Burns tiene los ojos que parece que van a salirse de sus órbitas. Trato de explicarle todo: miento, juego con las palabras, pongo cara de santa-inocente y zafo. "Déjeme hablar ami con el hombre de la voz rosa, usted no se haga problema". Antes de que el Sr. Burns y el hombre de la voz rosa se enfrenten, quiero saber qué tiene pensado decirle éste último. Lo llamo por teléfono: está agitado. "Estaba haciendo gimnasia ¿qué querés?". Le explico, le aconsejo: yo tengo miedo de que le diga al Sr. Burns algo que yo pueda haber dicho: tengo miedo de que use mi inocente estupidés en contra mio. Yo me cuido las espaldas: después de todo me metí en kilombo para que al hombre de la voz rosa no lo RECAGUEN A PEDO. Por boluda que soy...

El Sr. Buns y el hombre de la voz rosa hablan finalmente por teléfono. Tengo miedo de que el hombre de la voz rosa le diga algo que me perjudique. Así que me siento al frente del Sr. Burns y pienso: "hasta que no corte, no me voy". Total el Sr. Burns no me va a preguntar para que me quedo. El Sr. Burns lo saluda con su habitual y falsa modestia. Al segundo, el Sr. Burns cambia la cara, frunce el ceño y empieza a anotar en un papel algo que no logro distinguir. Me mira y baja la vista. Sigue escribiendo. Yo imagino que en cualquier momento se levanta, tira el tubo del teléfono a la mierda y me grita: ¡¡USTED ESTÁ DESPEDIDA!!. Muevo la pierna frenéticamente. Pienso en la posibilidad de cortar la linea de teléfono. Pienso en inventar un incendio y que todos se olviden de lo que estaban hablando. Veo afuera a un chico trepado arriba de un árbol: quiero ser ese chico: ese chico se divierte y yo no: yo la estoy pasando falta acá encerrada. El Sr. Burns me mira y me hace con la mano el gesto de: "bla bla bla". Me tranquiliza su amistosidad. Pero después recuerdo que el Sr. Burns es de lo más falso que viene.
La charla se hace interminable. El Sr. Burns casi no pronuncia palabra: simplemente escucha al "charlatán".

Corta.

El hombre de la voz rosa le dijo de todo. "Usted fué la única que se salvó - me dice enojado - por que del resto...mmmm". No pude saber que hablaron por que el hombre de la voz rosa casi que no lo dejó hablar. Siento una angustia horrible por la incertidumbre que me produce no saber si el Sr. Burns está enojado conmigo o no.

Me voy de esa oficina al baño, me siento en el inodoro por el solo hecho de sentarme en alguna parte. Miro los azulejos, miro la ventana alta, miro mi bombacha de colores. Me miro en el espejo y tengo cincuenta años.

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