domingo, septiembre 24, 2006

Día de lluvia

Abriendo la puerta él y yo le digo que no me deje volver, que afuera está lloviendo y que hace frío. Miento: no llueve, llovizna. "Atame a una silla y sacame el pantalón", pienso. Pero no me hace caso. Él anula mis poderes telekinéticos, él me anula ami . Se aleja de mi como quien se aleja de un tísico, o de un sidótico. Pero su naríz está sangrando al frente del espejo del botiquín. Y yo me tildo, como siempre. No sé..algodón ¿?. Si, si: algodón. Pero en el fondo no me importa si le sangra la naríz o si le duele la muela. El se aleja de mi siempre. Siempre se está yendo, pero nunca está volviendo. Y yo me cierro como quien cierra un libro aburrido en la segunda página. Me desplomo y me siento en una silla. Y él ni siquiera atina a darme una toalla para que me seque el pelo. Y el agua empieza a penetrarme la piel. Y el frío me llega a los huesos. Quereme. Quereme un poco nada más. Pero nada. Y su nariz. Y su sangre dosificada mojando la pileta del baño. Y las gotas de agua cayéndose de mi pelo y mojando el piso de madera. "¿Me das una toalla por favor?". El concepto de indiferencia es este plano. El es la indiferencia a gritos. Y yo, el suspiro de la resignación. "No me dejes ir", decía yo hace unos minutos. Pero mi voz se va perdiendo en los huecos de las paredes y nunca llega. Yo muda, él: sordo. El, perdiendo sangre, y yo, la paciencia.

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