domingo, mayo 13, 2012

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Vivís como en trance con el miedo ridículo de despertarte en el piso del pasillo de la oficina sentada en un montaña de mierda y mestruación. Acalorada de la vergüenza y tratando de entender cómo llegaste hasta ahí. Qué pasaba por tu cabeza en el instante anterior y haciendo un esfuerzo incomensurable por entender cómo no te diste cuenta de que eso iba a pasar. Es la misma historia de siempre. Te atormenta el ridículo de la alegría, de lo absurdo, pero también de lo estupidamente conservador y formal. Te da pánico la palabra "resolución" y si viene acompañada de un número barra otro número, ni te cuento. Te dan miedo las personas y creeme que te entiendo. Las personas son montaña de mierda y mestruación, no vos. Y a vos, el miedo te congela, sos el Walt Disney de la inseguridad y la baja austoestima. No hace falta mucho intelecto; tu vida se paralizó y si me esperás te digo el día y la hora. Dentro de tu cabeza quizá las cosas se movían a un ritmo desvastador, pero afuera de tu ecosistema te ibas evaporando. Tu presencia se deshizo, fué desapareciendo como el sol detrás de la sierra. Y hoy sos la noche. No estás. No estás para bien y no estás para mal.

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