viernes, diciembre 28, 2007

Feliz 1992

El cadáver del bicho congelado permanece en el freezer. Microscópicamente el universo del chancho se detuvo. Los microorganismos se paralizaron. ¿Se paralizaron?. Sueño con una montaña rusa y me despierto con ganas de vomitar. Al mismo tiempo escucho su voz cantando la canción del principe azul.

"Eres tú el pricipe azul que yo soñéééé...".

Porque cuando ella cantaba esa canción la atmósfera se llenaba de Walt Disney. La atmósfera sufría un cambio en su presión, su temperatura y su color: la atmósfera se watdisneyizaba. Y si bien ella cantaba como el culo, amí me hacía feliz.

Pero ya no, viste. Ni ella canta canciones de pricipes azules, ni la atmósfera me hace sentir un dibujo animado.

Porque hoy pensaba que los problemas ántes se resolvían solos. No sé. Es como si antes las cosas simplemente sucedían y yo era una marioneta de trapo y hojas de árboles que se movía al ritmo de una energía peculiar. Pero ya no. Tampoco eso.

Hoy percibo a las personas como soldados de plomo. Pero ojo. No te digo a los giles que veo caminando en la peatonal un martes cualquiera. Te hablo de mi gente. De mis amigos. Incluso hasta te diría que cuando les doy un beso percibo en sus mejillas un ligero sabor metálico. Pero no quiero hablar de eso.

Prefiero hablar un poco de mi síndrome de reminiscencia permanente. Que es un nombre que acabo de inventarle a la sensación crónica que tengo desde hace algunos meses y que consiste -simple y llanamente- en querer volver a ser una pendeja. En volver a esa época en que los pocos problemas se resolvían solos, como por arte de la magia que levitaba cuando en la atmósfera aparecía Walt Disney.

Y me he descubierto una tarde cualquiera tomando leche con Nesquik y mirando Tom y Jerry, pero nada. Incluso el otro día me fuí a la plaza y me senté en una hamaca. Cuando me levanté la hamaca se levantó conmigo. "¿Y vos a dónde vas?", le dije en silencio. Sin duda mis caderas ya no son las de ántes.

Este síndrome retrógrado supongo que debe ser una consecuencia natural de mi maduréz tardía. Tengo 26 años, ¿viste?. El otro día me dijeron inmadura. El otro día me dijeron vieja. Aveces los chicos de la calle me dicen señora y entonces yo suelto en el bolsillo la moneda que les iba a dar. Por culiados.

No sé.

Los años pares eran yeta.

Si algo va a cambiar en este, solamente espero que sea para bien.

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