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Ni nadie. Lo peor es que absolutamente nadie.
Ni la música. Ni el libro que me espera en la mesita de luz al lado de la cama.
Ni una película.
Ni un regalo. Ni una palabra. Ni nada.
Todo forma parte de una secuencia lenta y dolorosa que me conduce como un átomo por las sinuosas trompas de falopio de mi propia existencia.
Hace mucho (¡cuánto!) que no escribo borracha.
Pero lo peor, sin duda, es eso: que nada ni nadie.
Porque esa secuencia, ese ordenamiento cuya lógica escapa de mi capacidad cognocitiva, es estrictamente rigurosa. Paso por paso. Lento y doloroso. Sin atajos. Ni escaparates.
Es horrible.
Es horrible sobre todo porque no sé porqué. Ni para qué. Ni cuándo.
Como nadar a tontas y a locas después de haber perdido todo en el último naufragio.
---------------
"...Pero también sabía que no podía hacer nada... todavía. Tenía que ocurrir algo, algo grande, algo que me hiciera perder la cabeza. Lo único que necesitaba era un empujón, pero tenía que ser una fuerza exterior a mi mundo la que pudiese darme el empujón oportuno, de eso estaba seguro. No podía reconcomerme, porque eso no iba con mi naturaleza. En mi vida todo había salido bien... al final. No estaba destinado a esforzarme. Había que dejar algo en manos de la Providencia: en mi caso, mucho. A pesar de las manifestaciones exteriores de infortunio y desgobierno, sabía que había nacido de pie. La situación exterior era mala, de acuerdo... pero lo que más me preocupaba era la situación interior. Tenía realmente miedo de mí mismo, de mi apetito, mi curiosidad, mi flexibilidad, mi afabilidad, mi capacidad de adaptación. Ninguna situación en sí misma podía asustarme: sin saber cómo, siempre me veía en buena posición, sentado dentro de un ranúnculo, por decirlo así, y chupando la miel. Aunque me metieran en la cárcel, tenía el presentimiento de que lo pasaría bien. Supongo que era porque sabía no resistir. Otra gente se agotaba luchando, esforzándose y afanándose; mi estrategia consistía en flotar con la corriente. Lo que la gente me hacía a mí casi no me preocupaba tanto como lo que hacían a otros o a sí mismos".
H.M - Trópico de Capricornio
Ni la música. Ni el libro que me espera en la mesita de luz al lado de la cama.
Ni una película.
Ni un regalo. Ni una palabra. Ni nada.
Todo forma parte de una secuencia lenta y dolorosa que me conduce como un átomo por las sinuosas trompas de falopio de mi propia existencia.
Hace mucho (¡cuánto!) que no escribo borracha.
Pero lo peor, sin duda, es eso: que nada ni nadie.
Porque esa secuencia, ese ordenamiento cuya lógica escapa de mi capacidad cognocitiva, es estrictamente rigurosa. Paso por paso. Lento y doloroso. Sin atajos. Ni escaparates.
Es horrible.
Es horrible sobre todo porque no sé porqué. Ni para qué. Ni cuándo.
Como nadar a tontas y a locas después de haber perdido todo en el último naufragio.
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"...Pero también sabía que no podía hacer nada... todavía. Tenía que ocurrir algo, algo grande, algo que me hiciera perder la cabeza. Lo único que necesitaba era un empujón, pero tenía que ser una fuerza exterior a mi mundo la que pudiese darme el empujón oportuno, de eso estaba seguro. No podía reconcomerme, porque eso no iba con mi naturaleza. En mi vida todo había salido bien... al final. No estaba destinado a esforzarme. Había que dejar algo en manos de la Providencia: en mi caso, mucho. A pesar de las manifestaciones exteriores de infortunio y desgobierno, sabía que había nacido de pie. La situación exterior era mala, de acuerdo... pero lo que más me preocupaba era la situación interior. Tenía realmente miedo de mí mismo, de mi apetito, mi curiosidad, mi flexibilidad, mi afabilidad, mi capacidad de adaptación. Ninguna situación en sí misma podía asustarme: sin saber cómo, siempre me veía en buena posición, sentado dentro de un ranúnculo, por decirlo así, y chupando la miel. Aunque me metieran en la cárcel, tenía el presentimiento de que lo pasaría bien. Supongo que era porque sabía no resistir. Otra gente se agotaba luchando, esforzándose y afanándose; mi estrategia consistía en flotar con la corriente. Lo que la gente me hacía a mí casi no me preocupaba tanto como lo que hacían a otros o a sí mismos".
H.M - Trópico de Capricornio
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