Si la naturaleza fuera tan sabia - Parte II
Si la naturaleza fuera tan sabia, no sería necesario (tan rigurosamente necesario) cuidar lo que más queremos. Es decir, cuidar de algo, insume tiempo y responsabilidad. Sobre todo responsabilidad. Cuidar un hijo, una planta, un perro. Incluso cuidar a los amigos. Y eso para mi es una desgracia. Insume tiempo y responsabilidad. Sobre todo responsabilidad.
Hagamos una pausa. Pensemos, Maia. Pensemos qué diría la gente de esta infamia que acabás de soltar, así tan a la ligera.
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La gente diría algo así como que, "cuánto más uno cuida las cosas más se aferra a ellas". Que "sería imposible sentir amor por algo o por alguien si no se invierte en ello tiempo y responsabilidad".
Y todas esas sentencias terminan siendo falacias. Excusas. Consuelos autoimpuestos para conformarse y creer haber entendido cómo funciona esto del amor.
Pero Maia, si damos un paso hacia adelante y cruzamos el límite de los esquemas sociales, si omitimos las reglas y losusosycostumbres que venimos arrastrando desde siempre, es fácil darse cuenta de que invertir, arriesgar, perder, insumir y gastar en "pro" de algo que realmente queremos es otra de las tantas flaquesas de la naturaleza humana. La naturaleza humana funciona de modo tal que las personas nos veamos obligadas a mezquinar nuestro cariño en algunas circunstancias y a mendigarlo justo cuando nos vemos en la situación opuesta. De hecho (en general) una es consecuencia de la otra, pero ese es otro tema. Esa secuencia dibuja un perfecto circulo vicioso en nuestro comportamiento imperfecto, humano. Se propaga, intoxica, se regenera como hongos en los vesturaios de un club municipal. Y nos vemos obligados a permanecer en ese mercado cuya regla por excelencia se podría sintetizar con un "te doy si me das" (en todo sentido). Y como quiero que "me des" te tengo que dar. Y para darte, tengo que cuidarte y para cuidarte tengo que insumir tiempo y responsabilidad.
Sobre todo responsabilidad.
¿Me entendés lo que te quiero decir?.
Hagamos una pausa. Pensemos, Maia. Pensemos qué diría la gente de esta infamia que acabás de soltar, así tan a la ligera.
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La gente diría algo así como que, "cuánto más uno cuida las cosas más se aferra a ellas". Que "sería imposible sentir amor por algo o por alguien si no se invierte en ello tiempo y responsabilidad".
Y todas esas sentencias terminan siendo falacias. Excusas. Consuelos autoimpuestos para conformarse y creer haber entendido cómo funciona esto del amor.
Pero Maia, si damos un paso hacia adelante y cruzamos el límite de los esquemas sociales, si omitimos las reglas y losusosycostumbres que venimos arrastrando desde siempre, es fácil darse cuenta de que invertir, arriesgar, perder, insumir y gastar en "pro" de algo que realmente queremos es otra de las tantas flaquesas de la naturaleza humana. La naturaleza humana funciona de modo tal que las personas nos veamos obligadas a mezquinar nuestro cariño en algunas circunstancias y a mendigarlo justo cuando nos vemos en la situación opuesta. De hecho (en general) una es consecuencia de la otra, pero ese es otro tema. Esa secuencia dibuja un perfecto circulo vicioso en nuestro comportamiento imperfecto, humano. Se propaga, intoxica, se regenera como hongos en los vesturaios de un club municipal. Y nos vemos obligados a permanecer en ese mercado cuya regla por excelencia se podría sintetizar con un "te doy si me das" (en todo sentido). Y como quiero que "me des" te tengo que dar. Y para darte, tengo que cuidarte y para cuidarte tengo que insumir tiempo y responsabilidad.
Sobre todo responsabilidad.
¿Me entendés lo que te quiero decir?.
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