sábado, junio 09, 2007

El

Me compadezco y envidio su capacidad de sentir un amor tan ciego, tan iracional. Como una prolonganción de su universo deprimente. De su hermetismo insoportable que por momentos parece rayar los límites de la nulidad mental. Es la caja negra de un avión. Un teclado con las letras borradas. Un montón de cenizas indescifrables. Un código. Una luz mala. Un borracho amigo de Bukowski. La hoja mal arrancada de un libro.

Y yo mientras tanto, me entrentengo respetuosamente con su sufrimiento artificial. Con sus penas inventadas, producidas en serie por una cuadrilla de operarios de mitad del siglo pasado. Con los dolores hipocondríacos que como dorgas, le sirven para vivir.

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