Un viernes que parece domingo: me anticipo a la amargura
Vos,
que estás harto de tu trabajo.
¿Cuántas veces por día te lo recordás?. Seguro que ninguna. Para no amargarte la vida. Y claro, está bien: yo haría lo mismo. Apenas una vez al año se te viene a la cabeza la palabra exacta para rotularte en tu vida laboral: no sos más que un esclavo.
¿Y entonces porqué trabajás?.
Para tener plata. Para comprarle el Corsita gris a tu vecino. Para ir al Carrefour y volver a tu casa con un MP4 de diezmil Gb y una cámara digital Sony de dos millones por diez a la veinte megapixels. Para ser feliz.
No sos más que un idiota. Igual que yo. Que te olvidás de las cosas importantes que son menos cómodas que ir al paseo de las Pulgas todos los domingos a envidiar a los artesanos "que hacen lo que realmente les gusta". Carteritas, zapatitos, aritos, macetitas de barro y hasta un bonsai con un palo borracho.
Y los domingos a la noche es el infierno.
"Mañana es lunes, mañana hay que ir a trabajar". Es lo único que se escucha adentro de tu cabeza.
Si tenés la suerte de padecerlo con alguna otra persona que también trabaja el lunes, te sentís más parte del sistema, menos solo, vamos. Rezongan al unísono. Se quejan a coro.
Trabajar un lunes y ser feliz un domingo a la noche, son variables mutuamente excluyentes: o una cosa o la otra. Nunca las dos al mismo tiempo.
Yo acabo de amargarme tratando de calcular a ojo cuántos lunes hábiles me quedan en la vida. Y si: son muchos. Lo suficiente como empezar a amargarme desde hoy, algún viernes perdido de abril del 2007. Me quedan también la misma cantidad de domingos. Por lo que mi valor estimado se multiplica por dos.
Y sin embargo...¿qué hago?. Nada.
Evidentemente algo funciona mal en la sociedad para que ir a trabajar signifique tamaña tortura.
Y lo peor de todo es que nos creemos, tan, pero tan profesionalmente inteligentes...
que estás harto de tu trabajo.
¿Cuántas veces por día te lo recordás?. Seguro que ninguna. Para no amargarte la vida. Y claro, está bien: yo haría lo mismo. Apenas una vez al año se te viene a la cabeza la palabra exacta para rotularte en tu vida laboral: no sos más que un esclavo.
¿Y entonces porqué trabajás?.
Para tener plata. Para comprarle el Corsita gris a tu vecino. Para ir al Carrefour y volver a tu casa con un MP4 de diezmil Gb y una cámara digital Sony de dos millones por diez a la veinte megapixels. Para ser feliz.
No sos más que un idiota. Igual que yo. Que te olvidás de las cosas importantes que son menos cómodas que ir al paseo de las Pulgas todos los domingos a envidiar a los artesanos "que hacen lo que realmente les gusta". Carteritas, zapatitos, aritos, macetitas de barro y hasta un bonsai con un palo borracho.
Y los domingos a la noche es el infierno.
"Mañana es lunes, mañana hay que ir a trabajar". Es lo único que se escucha adentro de tu cabeza.
Si tenés la suerte de padecerlo con alguna otra persona que también trabaja el lunes, te sentís más parte del sistema, menos solo, vamos. Rezongan al unísono. Se quejan a coro.
Trabajar un lunes y ser feliz un domingo a la noche, son variables mutuamente excluyentes: o una cosa o la otra. Nunca las dos al mismo tiempo.
Yo acabo de amargarme tratando de calcular a ojo cuántos lunes hábiles me quedan en la vida. Y si: son muchos. Lo suficiente como empezar a amargarme desde hoy, algún viernes perdido de abril del 2007. Me quedan también la misma cantidad de domingos. Por lo que mi valor estimado se multiplica por dos.
Mi
entusiasmo
se
cae
a
un
abismo.
Y sin embargo...¿qué hago?. Nada.
Evidentemente algo funciona mal en la sociedad para que ir a trabajar signifique tamaña tortura.
Y lo peor de todo es que nos creemos, tan, pero tan profesionalmente inteligentes...
0 Delirios ajenos:
Publicar un comentario
<< Home