sábado, noviembre 18, 2006

Cuarta vez: el regreso del oscuro

Hubo cuarta vez. Si. Hubo. Después de varias idas y vueltas. De varios "estoy solo en mi casa..." o "tengo ganas de estar con alguien...". Y varias estupideces por el estilo.

Me pasó a buscar no tan tarde, después de mi invariable decisión que rezaba: "que sea en un lugar calentito y no tan tarde por que mañana me tengo que levantar temprano".

Yo inflexible. El, desesperado.

Así que tipo 23, pasaba por la esquina de mi casa. Estaba hermoso. Sin burocracias, ni trámites de por medio, nos saludamos con un buen beso. Y como yo estaba de buen humor, no paré de hablar en todo el viaje.

Anoche tuve el privilegio de conocer uno de los mejores telos de mi vida. En un barrio poco frecuente para este tipo de actividades, que fué una de las cosas que más me gustó. Apenas una puertita, un mostrador cutre y descuajeringado y unas extensas y empinadas escaleras hacia la gloria. Dos pisos enteros de puras cavidades para el amor. Un edificio viejo pero cuidado. Un jardín central lleno de palmeras y plantas tropicales. Todo por el módico precio de 25 pesos el turno de dos horas.

La habitación estaba excelente. Nada de luces raras ni perillas extrañas en la cama. No espejos en el techo, no hidromasajes, ni sillas del amor: como en casa. Una ventanita con cortinas blancas nos separan de la calle. Chiquita pero acojedora. Barata pero cómoda.

El me desviste. Me besa la cintura, la espalda, me toca los pezones (y ami me duele). Nos desvestimos. Hacemos el amor. No llego: me duele un poco. Me pregunta si llegué, le miento. No fingí un orgasmo, no. No caería tan bajo. Es que la manifestación de mi placer es silenciosa y discreta, así que él casi nunca se da cuenta. Me pregunta si quiero fumar, le digo que si. Va al baño. Se lava. Vuelve a la cama. Relajado: yo no. Lo acaricio, le beso el pecho, la espalda. Le paso mis tetitas por su panza. Pienso si hacerle una mamada. No. Tengo ganas, pero me da vergüenza. Si me lo pide bajo. Sino, no. Lo busco, los busco y lo busco.

Me dice: "ya vengo voy al baño". Va al baño, yo fumo un cigarrillo. Cuando vuelve a la cama, se sienta al frente de la ventana. Desnudo. Perfecto. Sus curvas son oníricas, artísticas: humillantes. La luz de la calle lo embellece. Yo lo miro desde atrás. Desnuda. Mi cuerpo blanco, blanquísimo, se camufla por entre las sábanas: las sábanas y yo somos parte de lo mismo.

El vuelve a la cama. Lo sigo buscando. Empalma. La tiene dura como un mastil de telefonía celular. ME ENCANTA. Me besa. Lo beso. No me toca. Ami me excita excitarlo. Estoy caliente y no me tocó ni un pelo. El también. Se sienta en mi cintura. Yo ya estoy a punto de explotar. Se mete dentro mio. Dos segundos más tarde, llego. Aveces soy eyaculadora precoz. Hubiese querido disfrutar un rato más del - pendular y sincronizado - movimiento de su pelvis.

Jugamos. Nos divertimos. Charlamos.

Suena el teléfono.

Nos tenemos que ir.

Comemos algo por ahí: ambos estamos famélicos.

Vuelvo a mi casa.

Me duermo.

Afuera está lloviendo.

1 Delirios ajenos:

Blogger once said...

Y este post está sin comentarios?

No puede ser...

Me encantas Maia. Qué seas así: tan de verdad, tan sincera contigo misma y con nosotros, pequeños ojitos que te leen.

Te imagino en aquel telo y también te imagino enfrente del teclado escribiendo este post y preguntándote a ti misma si hiciste bien o no.

Quién lo sabe...

11:00 p. m.  

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