viernes, agosto 04, 2006

El poeta loco: parte IV

Cuando por fin cobré el valor necesario y pregunté timidamente por él, me dijeron que no estaba.

Volví a llamar a la noche y lo encontré.

- Hola - le dije insegura.

- ¿Quién habla?.

- ¿Ya te olvidaste de mi?

(frase salvadora para no quedar "totalmente" como una idiota).

- ¿Maia?.

- Si.

Hablamos por un rato largo, larguísimo. Como le dije que en mi casa no me dejaban usar mucho el teléfono, le pedí que me llamara él. Me llamó y seguimos hablando. Hasta que me preguntó:

- ¿Qué hacés mañana a la salida del cole?.

- Mañana no voy. Tengo que hacerme un test de orientación vocacional y solamente se hacen por la mañana, así que pedí permiso para faltar.

- ¿Querés que te acompañe?.

Me empezaba a demostrar demasiado interés. No sé...El iba a faltar al colegio para acompañarme. Practicamente no nos conocíamos y yo no estaba acostumbrada a tanta atención. Pero accedí.

Todo se iba a dar en secreto: no quería que nadie me viera con él. Si alguien de la escuela me veía, iban a pensar que había faltado para irme a "yirar" por ahí con un desconocido de boina marrón. Si me veía alguien de mi casa, iban a pensar lo mismo.

- Está bien, acompañame. Nos encontramos en Belgrano y General Paz tipo nueve.

- Dale, a esa hora estoy ahí.

.............................

Temblaba de frío, esa mañana había sol, pero estaba helado.

Me acompañó a hacerme mi test (al cual no le di ni cinco de pelota al elegir mi carrera) mientras él tomaba un café en un bar. A la salida me dijo:

- ¿Qué hacemos?. Tenemos toda la mañana para nosotros.

Era como demasiada libertad para mi. Era como poder disponer de un tiempo útil que nunca antes había aprovechado (salvo cuando me hacía la "chupina" con mis amigas).

- Vayamos a caminar. Podemos ir a esa plaza enorme que tiene una fuente y muchos plátanos. ¿Sabés cuál te digo?.

- Si, ya sé cual es. Vamos.

Pasamos una mañana espectacular. Nos divertimos muchísimo. Comimos facturas y miramos el agua caerse en la fuente y salpicar a las palomas mientras hablábamos de música y de lo distintos que nos sentíamos con el resto de la humanidad. Una curiosidad: medía 1,77 mts. y pesaba 65 kilos: era esquelético. Por suerte con la ropa de invierno no se le notaba tanto...El decía que dormir y comer eran dos actividades que el hombre evolucionado debía eliminar, que todo eso era "perder el tiempo", que con su banda de música se sentía vivo y que era feliz cuando salía del perímetro de su escuela (donde lo hacían estudiar griego y latín).

Todo iba de lujo...pero yo estaba un poco nerviosa: tenía miedo de que me vean paveando con un desconocido con cara de loco, cuando debería estar en la escuela estudiando la guerras médicas.

- Me voy - le dije.

- Te acompaño a tu casa. ¿Querés?.

- No, dejá: me vuelvo sola.

- Pero...¿nos hablamos?.

- Si, dale.

Cuando nos despedimos, él me quiso dar un beso en la boca y yo lo esquivé.

El se puso colorado, yo me dí media vuelta y me fuí.

2 Delirios ajenos:

Blogger once said...

Y hasta hoy?

Espero que no...

Qué sentiría él si leyera que tantos años después estás pensando/escribiendo sobre él...??

10:50 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Proximamente la parte V (y final de esta historia).

10:48 a. m.  

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