BMW
Entro a la consecionaria que es súper lujosa. Al rato viene un vendedor vestido con camisa blanca y pantalón negro.
Le digo: "mire, lo que tengo que de decirle no es fácil. Tengo una enfermedad terminal y me quedan dos meses de vida. Desde que me enteré que iba a morirme - hace 6 meses - me encargué de cumplir todos mis sueños: volé en parapente, acaricié a un tigre, platé un árbol, escribí un libro, conocí a Joaquín Sabina, viajé a Nueva Zelanda y canté como Fredy Mercury. Lo único que me falta por hacer es conducir un BMW".
Me mira sin entender nada.
Lo miro con cara de moribunda.
"Esperá", me dice.
Sube a un entrepiso vidriado. Lo veo hablar con un señor de traje negro. Al rato, el señor del traje negro gira su cabeza para mirarme desde arriba: ahí estoy yo, con mis botitas de gamusa y mi abrigo de corderoy: doy verdadera lástima.
Yo rezo y cruzo los dedos.
El vendedor baja las escaleras muy serio. Se acerca a mi y me dice: ¿cuál te gusta?.
¡ESE!
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