domingo, mayo 07, 2006

Dosmiluno

Una y media de la madrugada. Comemos conitos 3D mientras nos mojamos con la tímida lluvia que empieza a caer. Fumamos y tomamos una Coca, que nunca terminamos.

El 2001 siempre presente (año bastardo y súbito).

Silvio Rodriguez en su celular. Y ese punteo con las cuerdas de una guitarra que razguña el alma y hace sangrar otra vez la herida.

El frío canturreando en los huesos.

La noche nuestra, nuestra y solo nuestra.

Ella quiere volver. Y yo, podría quedarme en silencio toda la noche recordando el microsistema que concebimos y del cual nos volvimos parte (referencia circular).

Fundamos sin querer un estado en el tiempo: le pusimos olor, canciones, palabras y nos sumergimos en nuestra creación como quien se siente mas parte de ella que de si mismo. Conquistamos espacios, horas del día, días del mes. Conquistamos un año entero. Le dimos una revolución: un cantor bohemio, un maestro erudito y un sueño eterno de mejorar el mundo. Evadimos a la civilización, a la sociedad y a los enormes montones de gentes idénticas y archi-archivados.

Fuímos felices. Creíamos vivir en un estado de tremenda locura, cuando en realidad esa locura era una de las tantas extrañas expresiones de la felicidad. Jamás ahogamos un llanto. Eramos mas libres que un pájaro y mas sinceras que nadie que yo conosca.

El tiempo pasó. Abandonamos esa vida de soledades y penas de amor y salimos otra vez a mirar el mundo: como quién espera despierto para ver el amanecer. Solo que ese día amaneció nublado (al menos para mi).

Ultimamente me paso los días pensando. Intentando recordar como vivía en aquella época. Y resuelvo, una vez mas, y con cierto resquemor, que no me queda otra solución que levantar los escombros de ese mundo que alguna vez me hizo feliz.

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