viernes, agosto 03, 2007

Dolores perros

El perro está muerto y tirado en la mitad de la calle.

Tiene la cabeza llena de sangre.

Y en la oscuridad lo reconozco;

se llamaba Tatín.

Tiene los ojos abiertos y una expresión de espanto que, dudo que alguna vez pueda sacármela de la cabeza.

Pienso en la familia del perro.

Pienso en su cabecita llena de sangre.

Pienso en el perro esa vez que lo encontré perdido y lo llevé de vuelta a su casa.

Pienso en las sonoras carcajadas que se encapsularon en una burbuja de silencio cuando ví el pequeño bulto que después se convirtió en el cadáver de un perro feo. Y en la angustia espantosa que sentí cuando lo reconocí. Pienso en el porqué estaré pensando en el perro muerto y en la familia buscándolo y en la anécdota minúscula que me unió a él ese día que fué hace poco. Pienso en que pienso cosas que no conducen a nada. Pienso y mientras tanto dibujo los contornos de mis propios círculos viciosos. Pienso en cosas que no quiero pensar. Pienso en que no quiero ser así. Ni pensar en las cosas que pienso cuando veo a un perro muerto.

0 Delirios ajenos:

Publicar un comentario

<< Home