Remera pintada a mano
Harta ya de buscar ropa que no me de asco, entro a uno de esos sucuchos medio heavy metal, medio punk esperando encontrar algo original.
El gigante tatuado de dos metros que tiene unos brazos que podrían ser perfectamente mis piernas, me dice muy dulcemente:
- ¿En qué te puedo ayudar?.
- Ando buscando remeras manga larga de algodón.
- Pero...¿de bandas?
- No - y me rio sobervia mientras me imagino yendo a trabajar con una remera de Nirvana - ya pasé mis etapas de heavy metal.
Se rie sin encontrarle la ironía a lo que le dije y me muestra lo que tiene.
Saca cuatro coloridas y pintadas a mano remeras de algodón. Está buenísimas pienso. Seguro que voy a volver.
- Me gusta todas, pero me quisiera probar estas dos.
- Mirá no tengo probador. Pero...haber esperá. Marioooooo, dejale libre el estudio a la chica que se quiere probar unas remeritas.
Sale Mario.
Entro yo (que no sabía a un estudio de que estaba entrando).
Apenas separado por una mampara de machimbre; un sillón que se veía bastante cómodo. Gasas. Vaselina. Un espejo. Alcohol. Y yo, desnudandome de espalda a ellos dos.
- Ahhh tatuajes - pienso. Me acuerdo que había pensando en hacerme uno. Pero dos cosas me retuvieron. Una, no poder donar sangre. La otra, que ya son tan comunes y tan vulgares, que me siento mas especial sin uno que con él.
Me pruebo la primera y me gusta.
Me asomo media en bolas y le digo:
- Me llevo ésta.
El gigante tatuado de dos metros que tiene unos brazos que podrían ser perfectamente mis piernas, me dice muy dulcemente:
- ¿En qué te puedo ayudar?.
- Ando buscando remeras manga larga de algodón.
- Pero...¿de bandas?
- No - y me rio sobervia mientras me imagino yendo a trabajar con una remera de Nirvana - ya pasé mis etapas de heavy metal.
Se rie sin encontrarle la ironía a lo que le dije y me muestra lo que tiene.
Saca cuatro coloridas y pintadas a mano remeras de algodón. Está buenísimas pienso. Seguro que voy a volver.
- Me gusta todas, pero me quisiera probar estas dos.
- Mirá no tengo probador. Pero...haber esperá. Marioooooo, dejale libre el estudio a la chica que se quiere probar unas remeritas.
Sale Mario.
Entro yo (que no sabía a un estudio de que estaba entrando).
Apenas separado por una mampara de machimbre; un sillón que se veía bastante cómodo. Gasas. Vaselina. Un espejo. Alcohol. Y yo, desnudandome de espalda a ellos dos.
- Ahhh tatuajes - pienso. Me acuerdo que había pensando en hacerme uno. Pero dos cosas me retuvieron. Una, no poder donar sangre. La otra, que ya son tan comunes y tan vulgares, que me siento mas especial sin uno que con él.
Me pruebo la primera y me gusta.
Me asomo media en bolas y le digo:
- Me llevo ésta.
0 Delirios ajenos:
Publicar un comentario
<< Home