Wilson
Camino con un paragüas en una mano y medio millón de cosas en la otra. Barullo. Chicos amontonados. Mochilas. Guardapolvos. Piñas van. Piñas vienen. Aunque cuando me acerco me doy cuenta de que son más las que vienen que las que van. Dos pendejos se pelean. Uno está en el piso tapándose la cara y el otro sentado sobre su vientre, a punto de destrozarle la cara de un trompada.
"Ey, paren ¿qué les pasa?. Salí de ahí, vos" - les digo haciéndome la mala.
Cuando se separan me doy cuenta de dos cosas:
una, que me dieron pelota y dejaron de pelear
y dos, que en realidad no son personas sino dos estereotipos. El colorado petiso, malo y engreído y Wilson. Wilson es alto, flaco y pareciera que en lugar de una columna vertebral tuviera una lombríz gigante. El colorado se va y abandona la historia porque no me produce el más mínimo interés. Wilson, se queda.
- ¿Te hizo algo?.
- Me raspé un poco acá - me dice mostrándome la muñeca con dos minúsculos raspones.
Los amigos de Wilson están enloquecidos y me dice todos juntos: "¡¡¡siempre nos quiere pegar!!!" "siempre nos está molestando" "es muy malo ese chico". Como si yo pudiera hacer algo...
Amí sus amigos no me importan. Tampoco me importa el colorado malo. Amí el que me importa es Wilson. Apenas cuando logro escuchar entre la cotorrería su -apenas audible- voz me doy cuenta de que es sumamente tímido y, perdón la rosquetada, es también muy dulce. Wilson se sacude la campera de jean que está llena de barro. Se mira las heridas. Habla despacito. Y parece completamente ajeno a la situación.
- ¿Y ustedes dónde estaban? ¿Porqué no lo defendieron? - les pregunto
"Es que nosotros...BLA BLA BLA BLA BLA BLA"
No los escucho. Estoy embobada con Wilson. Wilson es una criatura preciosa. Goza de una languidez encantadora y de una palidez envidiable. Es sencillo, dulce, amable y muy tierno. Es un estereotipo del poeta. Del bohemio auténtico. Del artista. Mientras tanto él se mantiene al margen, tranquilo, porque parece no importarle mucho que le vuelvan a pegar.
Los dejo a los pendejos hablando entre ellos. Más allá se agarra a las trompadas el colorado con otros chicos. Camino a la parada del colectivo. Sigue lloviendo. Me prendo un cigarrillo y me quedo en silencio pensando en Wilson.
"Ey, paren ¿qué les pasa?. Salí de ahí, vos" - les digo haciéndome la mala.
Cuando se separan me doy cuenta de dos cosas:
una, que me dieron pelota y dejaron de pelear
y dos, que en realidad no son personas sino dos estereotipos. El colorado petiso, malo y engreído y Wilson. Wilson es alto, flaco y pareciera que en lugar de una columna vertebral tuviera una lombríz gigante. El colorado se va y abandona la historia porque no me produce el más mínimo interés. Wilson, se queda.
- ¿Te hizo algo?.
- Me raspé un poco acá - me dice mostrándome la muñeca con dos minúsculos raspones.
Los amigos de Wilson están enloquecidos y me dice todos juntos: "¡¡¡siempre nos quiere pegar!!!" "siempre nos está molestando" "es muy malo ese chico". Como si yo pudiera hacer algo...
Amí sus amigos no me importan. Tampoco me importa el colorado malo. Amí el que me importa es Wilson. Apenas cuando logro escuchar entre la cotorrería su -apenas audible- voz me doy cuenta de que es sumamente tímido y, perdón la rosquetada, es también muy dulce. Wilson se sacude la campera de jean que está llena de barro. Se mira las heridas. Habla despacito. Y parece completamente ajeno a la situación.
- ¿Y ustedes dónde estaban? ¿Porqué no lo defendieron? - les pregunto
"Es que nosotros...BLA BLA BLA BLA BLA BLA"
No los escucho. Estoy embobada con Wilson. Wilson es una criatura preciosa. Goza de una languidez encantadora y de una palidez envidiable. Es sencillo, dulce, amable y muy tierno. Es un estereotipo del poeta. Del bohemio auténtico. Del artista. Mientras tanto él se mantiene al margen, tranquilo, porque parece no importarle mucho que le vuelvan a pegar.
Los dejo a los pendejos hablando entre ellos. Más allá se agarra a las trompadas el colorado con otros chicos. Camino a la parada del colectivo. Sigue lloviendo. Me prendo un cigarrillo y me quedo en silencio pensando en Wilson.
1 Delirios ajenos:
Es duro ese choque entre como creemos que debería funcionar el mundo y como funciona realmente cuando nos topamos con él en nuestra infancia.
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