¡Me cagó!
El me pregunta algo y yo le respondo.
Mientras le hablo con palabras complicadas y muchos tecnicismos idiotas, veo como poco a poco su cara empieza a desencajarse: es toda una transformación. Los ojos se le achican: como si achicando los ojos, concentrara su panorama mental. La quijada se le desarma, sus mandíbulas flotan libres en su cara. Las cejas negras, bien bien negras, se van para abajo, apuntan al piso y forman a cada lado de la cara, dos curvas peludas. Mira al piso, se agarra la pera con la mano, da un paso para delante, otro para atrás: todo muy despacito, se mueve lento, pausado.
Por fin me mira. Yo quiero saber que está pensando. Quiero saber si va a poder resolver ese problema que le planteo.
Y en el momento menos esperado, saca la mano de su pera, se la ata a la cintura y me dice muy protocolarmente: "fijate como lo podés resolver y me avisás".
Mientras le hablo con palabras complicadas y muchos tecnicismos idiotas, veo como poco a poco su cara empieza a desencajarse: es toda una transformación. Los ojos se le achican: como si achicando los ojos, concentrara su panorama mental. La quijada se le desarma, sus mandíbulas flotan libres en su cara. Las cejas negras, bien bien negras, se van para abajo, apuntan al piso y forman a cada lado de la cara, dos curvas peludas. Mira al piso, se agarra la pera con la mano, da un paso para delante, otro para atrás: todo muy despacito, se mueve lento, pausado.
Por fin me mira. Yo quiero saber que está pensando. Quiero saber si va a poder resolver ese problema que le planteo.
Y en el momento menos esperado, saca la mano de su pera, se la ata a la cintura y me dice muy protocolarmente: "fijate como lo podés resolver y me avisás".
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