miércoles, agosto 02, 2006

La diabetes

A ver...

La situación era la siguiente:

yo en mi escritorio, de espaldas a uno de mis jefes (el mas piola) que conversaba con el casero. La conversación que describo a continuación se desarrolla entre éstos últimos y a la primera pregunta la hace mi jefe.

- ¿Cómo anda su mujer de la diabetes? ¿sigue "gordita"?.

- Y...bajó algo desde que estuvo internada...pero "flaquita" no está.

- Si..la verdad que esa enfermedad es una desgracia...bueno...como todas las enfermedades. Pero vea usted...mi suegra también tiene diabetes y cuando nos juntamos a festejar algo, la vieja se sienta en la punta de la mesa y le entra a dar y a dar al morfi, después sigue con los postres y ahí no hay quien la pare. Nosotros le decimos: ¡mamá, deje de comer que le va a hacer mal!. Pero la vieja se enoja y nos dice gritando: DEJENMÉ EN PAZ, QUIERO FESTEJAR. Y se pone mala mala la vieja.

- Si...encima, mientras más saben que hay cosas que no pueden comer, más quieren comerlas. Mi señora, todos los domingos se levanta, prepara el mate y me dice: gordo...¿vas a ir a comprar el lechoncito para el mediodía?. Y yo no le puedo decir que no, pobre gorda...si la gorda quiere lechón, yo le voy a dar lechón. Pero yo le digo que se cuide, que esa enfermedad no es joda...¿vió?.

A esta altura yo ya estaba tentada de la risa imaginandomé a la suegra de mi jefe sentada en la punta de una mesa familiar comiendo a dos manos, y a la esposa del casero en camisón pidiéndole que le vaya a comprar lechón.

- ¿Se acuerda de Doña Rosa?.

- Si - le dice mi jefe intrigado - la que tenía diabetes. ¿Cómo anda?.

- Muerta. Me contó el otro día Don Mario.

- ¿Así que se murió?. Pobre vieja...

- ¿Sabe como era el cajón con el que la enterraron?.

- ¿Cómo?.

Y ahí yo me dí vuelta por que no me podía perder eso...

- Así.

Y abrió las manos separándolas como un metro.

- ¿Y por qué era tan cortito el cajón? - pregunté de ignorante.

- Y por que le tuvieron que amputar las dos piernas - respondió el casero con aires lúgubres.

- Claro - dijo mi jefe.

- Vea usted....¡parecía un "tronquito" Doña Rosa en el velorio...!.

2 Delirios ajenos:

Blogger once said...

Me he imaginado esta historia leyéndola en mi cabeza con acento argentino.

Genial...

9:57 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

El "idioma argento" está dentro tuyo...

Gracias 11.

10:05 p. m.  

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