La diabetes
A ver...
La situación era la siguiente:
yo en mi escritorio, de espaldas a uno de mis jefes (el mas piola) que conversaba con el casero. La conversación que describo a continuación se desarrolla entre éstos últimos y a la primera pregunta la hace mi jefe.
- ¿Cómo anda su mujer de la diabetes? ¿sigue "gordita"?.
- Y...bajó algo desde que estuvo internada...pero "flaquita" no está.
- Si..la verdad que esa enfermedad es una desgracia...bueno...como todas las enfermedades. Pero vea usted...mi suegra también tiene diabetes y cuando nos juntamos a festejar algo, la vieja se sienta en la punta de la mesa y le entra a dar y a dar al morfi, después sigue con los postres y ahí no hay quien la pare. Nosotros le decimos: ¡mamá, deje de comer que le va a hacer mal!. Pero la vieja se enoja y nos dice gritando: DEJENMÉ EN PAZ, QUIERO FESTEJAR. Y se pone mala mala la vieja.
- Si...encima, mientras más saben que hay cosas que no pueden comer, más quieren comerlas. Mi señora, todos los domingos se levanta, prepara el mate y me dice: gordo...¿vas a ir a comprar el lechoncito para el mediodía?. Y yo no le puedo decir que no, pobre gorda...si la gorda quiere lechón, yo le voy a dar lechón. Pero yo le digo que se cuide, que esa enfermedad no es joda...¿vió?.
A esta altura yo ya estaba tentada de la risa imaginandomé a la suegra de mi jefe sentada en la punta de una mesa familiar comiendo a dos manos, y a la esposa del casero en camisón pidiéndole que le vaya a comprar lechón.
- ¿Se acuerda de Doña Rosa?.
- Si - le dice mi jefe intrigado - la que tenía diabetes. ¿Cómo anda?.
- Muerta. Me contó el otro día Don Mario.
- ¿Así que se murió?. Pobre vieja...
- ¿Sabe como era el cajón con el que la enterraron?.
- ¿Cómo?.
Y ahí yo me dí vuelta por que no me podía perder eso...
- Así.
Y abrió las manos separándolas como un metro.
- ¿Y por qué era tan cortito el cajón? - pregunté de ignorante.
- Y por que le tuvieron que amputar las dos piernas - respondió el casero con aires lúgubres.
- Claro - dijo mi jefe.
- Vea usted....¡parecía un "tronquito" Doña Rosa en el velorio...!.
La situación era la siguiente:
yo en mi escritorio, de espaldas a uno de mis jefes (el mas piola) que conversaba con el casero. La conversación que describo a continuación se desarrolla entre éstos últimos y a la primera pregunta la hace mi jefe.
- ¿Cómo anda su mujer de la diabetes? ¿sigue "gordita"?.
- Y...bajó algo desde que estuvo internada...pero "flaquita" no está.
- Si..la verdad que esa enfermedad es una desgracia...bueno...como todas las enfermedades. Pero vea usted...mi suegra también tiene diabetes y cuando nos juntamos a festejar algo, la vieja se sienta en la punta de la mesa y le entra a dar y a dar al morfi, después sigue con los postres y ahí no hay quien la pare. Nosotros le decimos: ¡mamá, deje de comer que le va a hacer mal!. Pero la vieja se enoja y nos dice gritando: DEJENMÉ EN PAZ, QUIERO FESTEJAR. Y se pone mala mala la vieja.
- Si...encima, mientras más saben que hay cosas que no pueden comer, más quieren comerlas. Mi señora, todos los domingos se levanta, prepara el mate y me dice: gordo...¿vas a ir a comprar el lechoncito para el mediodía?. Y yo no le puedo decir que no, pobre gorda...si la gorda quiere lechón, yo le voy a dar lechón. Pero yo le digo que se cuide, que esa enfermedad no es joda...¿vió?.
A esta altura yo ya estaba tentada de la risa imaginandomé a la suegra de mi jefe sentada en la punta de una mesa familiar comiendo a dos manos, y a la esposa del casero en camisón pidiéndole que le vaya a comprar lechón.
- ¿Se acuerda de Doña Rosa?.
- Si - le dice mi jefe intrigado - la que tenía diabetes. ¿Cómo anda?.
- Muerta. Me contó el otro día Don Mario.
- ¿Así que se murió?. Pobre vieja...
- ¿Sabe como era el cajón con el que la enterraron?.
- ¿Cómo?.
Y ahí yo me dí vuelta por que no me podía perder eso...
- Así.
Y abrió las manos separándolas como un metro.
- ¿Y por qué era tan cortito el cajón? - pregunté de ignorante.
- Y por que le tuvieron que amputar las dos piernas - respondió el casero con aires lúgubres.
- Claro - dijo mi jefe.
- Vea usted....¡parecía un "tronquito" Doña Rosa en el velorio...!.
2 Delirios ajenos:
Me he imaginado esta historia leyéndola en mi cabeza con acento argentino.
Genial...
El "idioma argento" está dentro tuyo...
Gracias 11.
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